Yamaha D’elight 125: Encantador

La idea es conseguir un producto exitoso y competitivo como su Cygnus, pero mejorando la estética, haciéndolo mucho más agradable y, al mismo tiempo, intentando que el precio se contenga o, si es posible, que se reduzca.

La fórmula utilizada no es ninguna quimera ni cuenta con componentes secretos, pero después de realizar esta prueba, sí que os podemos adelantar que Yamaha ha sabido combinarlos en su justa medida para ofrecer un producto que le puede dar muchas alegrías.

Para gustos hay colores, pero la estética neorretro que destila este scooter resulta de lo más acertada al conseguir que lo diferenciemos del resto por su buen gusto en el trazo del diseño. Dominan las líneas redondeadas en una estética marcada por un faro ovalado y una recurrente corbata. Detrás, el piloto sobredimensionado y los laterales abombados realzan la silueta retro. Se trata de un scooter económico y funcional, de corte sencillo, pero no quiere decir que sea un saldo.

Cuando te subes al D’elight, aprecias lo compacto que es, ves una instrumentación espartana con velocidad –con kilómetros recorridos y el nivel de gasolina, además de los testigos luminosos de los intermitentes, luces y avería– y ¡el tapón de la gasolina! Y es que el tapón está justo detrás del escudo, al lado izquierdo, mientras que en medio nos encontramos con un práctico gancho y a la derecha una guantera abierta. El tapón, al igual que el asiento, se abre desde la cerradura de la llave del contacto. Bajo el asiento han habilitado un amplio hueco, ya que el depósito de gasolina lo han situado bajo los pies. Aun así, sólo podremos guardar un casco abierto y no todos los modelos entran.

En marcha parece más un ciclomotor que un 125 cc, perdón 115, y es que ha sido pensado para todos los públicos, pues la reducida altura del asiento (755 mm) lo habilita para los usuarios de menor estatura, mientras que los XL todavía encontrarán sitio para sus piernas sin dejarse las rodillas contra el escudo. Tampoco las rodillas molestarán a la hora de girar el manillar. Eso sí, también la altura libre al suelo es reducida –vigila con los bajos–. Además, cuando estacionemos, podremos hacerlo con el caballete central o con un lateral.

Un detalle a revisar: intentamos regular los retrovisores, pero no hay manera… No es que no atines con la posición, sino que los brazos de los retros resultan cortos. La visibilidad no es la que debería.

En marcha se conduce con suma facilidad gracias a su reducido peso de 89 kilos en orden de marcha, que, junto con sus delgados neumáticos, le confieren una agilidad inusitada. Tampoco os vamos a negar que las primeras curvas rápidas las afrontamos con reservas, ya que este scooter monta neumáticos de 90/90 en ambos ejes con llanta 12. Pero entonces nos acordamos de los ciclistas cuando bajan por los puertos de montaña a 100 km/h y sin pestañear… Y el D’elight ni se movió. La suspensión cumple con su cometido, pues son cómodas (blandas) pero sin llegar a comprometer la estabilidad. Moverte entre coches es un juego de niños, pero sin bajar nunca la guardia. Incluso la amplitud del manillar jugará a nuestro favor. Dependiendo del estado del asfalto por el que circulemos, el D’elight será más sensible o no debido a sus estrechas ruedas, aunque la estabilidad no se verá nunca comprometida.

El motor es otro de sus buenos argumentos. Jamás olvides que se trata de un 115 cc y de 7,2 CV. A partir de aquí, qué os podemos decir, que tiene una buena salida y recuperaciones. No seréis los reyes de los semáforos, pero sí podréis moveros con soltura por el tráfico urbano. La entrega de potencia es progresiva y el D’elight va estirando hasta alcanzar los 90 km/h, más que suficiente. La contraprestación la tenemos en un consumo de poco más de tres litros cada 100 kilómetros. Aunque es una lástima que el depósito tan sólo sea de 4,4 litros, porque con uno más grande la autonomía sería la pera. Vale que cuando llenemos el depósito apenas gastaremos seis euros, pero es que tendremos que ir cada 133 kilómetros. Un detalle que se nos puede pasar por alto es la adopción del YMJET-FI (Yamaha Mixture Jet-Fuel Injection), aunque luzca esta denominación en el cuadro de instrumentos. Se trata de un sistema de inyección de nuevo cuño que cuenta con un conducto auxiliar paralelo a la tobera que insufla aire cuando la válvula se está cerrando y consigue atomizar la mezcla de aire y gasolina que entra en la cámara de combustión para mejorar la combustión, valga la redundancia, y reducir el consumo.

Para frenar monta un disco delantero de 180 mm mordido por una pinza de un pistón y un tambor trasero de 130 mm. Podría parecer justo, pero dado el escaso peso, cumplen su cometido. Aunque, eso sí, en caso de una frenada de emergencia, nos tendremos que aplicar. En cuanto al pasajero, cuenta con un buen espacio (a no ser que el piloto sea talla XL) y accede al asiento con facilidad. Además, llevará los pies apoyados en unos cómodos estribos escamoteables.

En suma, estamos ante un scooter que destaca por su funcionalidad, sencillez y economía de adquisición y mantenimiento. Rivales no le faltan y se enfrenta a adversarios como el Kymco Like, Sym Fiddle II, Daelim Besbi y Aprilia Compay Custom, entre otros. Una tarea dura.

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