Viaje por Marruecos en tres Africa Twin

Las protagonistas del viaje son nuestras queridas y veteranas Honda Afri­ca Twin. La mía, la más vieja, una RD04 modelo 1991, con 156.000 km, es la segunda vez que cruzará el Atlas y los desiertos de Marruecos. Marc y su Africa Twin del 1993 también han cruzado el precioso y hospitalario Marruecos. Para la de Ramón, la más nueva de 1996, esta es la primera vez. Allá vamos…

7.30 h. Tres carajillos: whisky, coñac y ron. Salimos de Avià, vamos tarde, tenemos que llegar a Barcelona, al Moll de la Costa, a coger el navío para Tánger Grandi Navi Veloci, nombre que en nuestro subconsciente evoca la triste visión del Concordia mezclado con la sonoridad de la lengua italiana: Giochi Preziosi, Bambini, Garibaldi... ¡oh, Sole Mio!

Vamos tarde (para variar). De los nervios (o el carajillo), Ramón tiene ganas de vomitar. Hace un frío que pela y mi Africa Twin no lleva los puños calefactables como la moto más nueva del grupo. Llevo una mano debajo del trasero y el guante de enduro de la mano del gas lo cubro a modo de condón con un guante de látex para tapar un poco el viento.

Con retraso pasamos por la autopista. Hoy el peaje de San Vicenç de Cas­tellet es muy barato… Aunque al pasar hace cierto ruido… Al final llegamos y embarcamos las motos. Los tres amigos que empezamos esta aventura con la mítica Honda Africa Twin somos de tierra adentro y solo pisar el barco… ya nos mareamos, sobre todo Ramón, nuestro vaquero de Vilada.

En el barco están unos señores alemanes con BMW R 1200 GS, con cha­quetas muy nuevas, demasiado nuevas. ¿Los veremos en las montañas, o harán solamente asfalto?

Después de una noche de resfriado y ronquidos llegamos a Tanger. Coches sobrecargados, colas eternas, tenemos suerte y nos escapamos pronto. Se­guimos la carretera hacia Tetuán y en un muy buen sitio para la primera foto de grupo, descubrimos por qué han puesto semejantes aerogeneradores. Es casi difícil conducir por la carretera sinuosa que va hacia Ceuta y, al pararnos, los billetes de la cartera se van volando cuesta abajo. Dirección Tetuán solo un Twingo tuneado nos adelanta… lo dejamos pasar.  En Tetuán, casi todo el mundo habla español. Visitamos la medina con las botas puestas y nos enteramos de que nuestra madre es hebrea (un guía frustrado nos lo hace saber).

La carretera 8304 que va de Tetuán a Chefchauen es preciosa. El marzo empieza con un ver­de casi fosforescente. Cruzamos puentes y valles. Señoras cargadas con fardos de leña y hierba. Intersecciones imposibles de perro, caballo, coche, moto, niño se repiten sin cesar. Se hace tarde pero los cielos inmensos de Marruecos aún se muestran. Las motos rugen, las tres al compás. El hotel Rif de Chefchauen, como dice la guía, es hospitalario. Noche en Chefchauen, corte de pelo a 2 euros (el doble que para un marroquí, supongo).Té a la menta y señores sin mu­chos dientes que nos quieren vender el cielo del Rif por 20 euros. Chefchauen vale bien la pena visitar. Su medina blanca y azul es muy pintoresca.

6.30 h. Fuera pista de 50 km alrededor de Tambalote. Pisamos nieve y, al cabo de un rato, sorpresa, ¡rompo el cable del embrague! Bueno, ninguna sor­presa, porque la última vez que los cambié fue en 2008, cuando también fui a Marruecos. Y como los tornillos Allen del protector del colector de escape están muy oxi­dados, no se puede llegar a cambiar el cable. Tengo que hacer unos 20 km por caminos de alta montaña sin embrague. Al final encontramos un mecánico que tiene que cortar con una radial el protector del colector para cambiar al cable. Corte con radial y cambio de cable, 5 euros. La aventura y amistades hechas no tienen precio.

Partimos, que vamos tarde. Empezamos a perdernos por valles y caminos me­dio asfaltados con panorámicas alucinantes… ¡Todo verde! Cruzando pueblos remotos. Descubrimos por qué el pollo cruzó la carretera y que no todos los niños son buenos (casi todos). Nos paramos para hacernos fotos preparadas para el blog ;-) y seguimos sorteando agujeros y baches entre campos de ha­bas, olivos y trigo (y todo mezclado, para aprovechar terreno).

Al fin llegamos a Fez, con mucho tráfico y cada vez menos parecido a la ciudad que conocimos años atrás. Hotel Chamonix, 3 cervezas, una botella de vino local, Paracetamol para los dolores varios y buenas noches, que mañana toca Atlas.

Todo va bien. Nos levantamos en Ifrane y una vez las cañerías a punto vamos a por las motos. Pim y pam, con escarcha y todo se ponen en marcha a la primera. A ver qué moto de 25 años puede aún aguantar estos tutes que les damos con tal dignidad. Solo requieren grasa en la cadena. Visitamos el Cedro gigante, con monos incluidos. Nos dicen que la carretera está cortada por la nieve… pero pasamos. Nos la pegamos con la 1991 y la 1993. Cuando te caes con una Africa… ¡no se rompe, lo aguantan todo!

De camino para Midlet, nos paramos a comprar vaselina para las posaderas (como los ciclistas sufrimos de ellos). Las Africa gastan poco, 6 a los 100, 7, si las aprietas, así que las apretamos. Cruzamos altiplanos y valles glaciales increíbles. Haciendo nuestros pinitos en un río seco, la 1993 cae dos veces. No se rompe nada. Y es que para ir a Marruecos las motos tienen que pasar antes el kick test, o sea, les das una patada para que se caigan al suelo y si no tienes remordimientos y la moto no se rompe, ¡esa es la buena!

Seguimos dirección para el circo de Jafar. Hace 15 días cayó la nevada más fuerte de los últimos 14 años y el camino queda al fin cortado incluso para el loco del puro de la 1993. Hasta Imichil alternan asfalto y piedras cruzando ríos de deshielo que se han comido la carretera y, en los puertos a 2.300 metros, mucha nieve.

Salimos de Imichil dirección la garganta del Todra. Cruzamos más ríos, as­falto, pista, y poco a poco dejamos el Atlas. Justo en Tinerhir nos encontramos a los suizos de las BMW aún muy limpios. Dirección Erfud, lo que será casi desierto en un mes, ahora se nos presenta con un tinte verde y banco-amarillo de flores que perfuman el aire. Paraíso para las abejas y las ovejas que una vez lo fue para las almejas (la región está llena de fósiles marinos).

Hicimos mal poniendo aceite y filtro de aire nuevo antes de partir de viaje. La 1991 de ya 159.000 km es como un viejito al que no hay que cambiar los hábitos y ahora, la 1991, pierde el botón de ponerla en marcha requemado por el sol y los años. Tenemos que ponerla en marcha con una piedrecita que cabe dentro del botón. ¿Quizás debería hacerme crecer la uña del meñique para poder ponerla en marcha? En Erfud encontramos un taller de reparación, el Garage Royal. Como no hay pastillas de freno para nuestra moto, nos fabrican unas cortando con el disco, soldándolas, afinándolas. En dos horas, la 1991 tiene pastillas nuevas y estamos listos para la dunas. Pago los 300 dirhams sin regatear y maravillado.

Deshinchamos los neumáticos, rodeamos las dunas de Erg Chebbi hasta la pista por donde pasaba el Dakar dirección al lago aún con agua. Para llegar a dar la vuelta hemos necesitado 1 hora, 8 caídas y varias clavadas. Rompemos espejo y carenados pero nosotros estamos bien. Para sorpresa nuestra las motos no se calientan demasiado. Ayudamos a un coche clavado en las dunas y continuamos. ¡Suerte que somos 3! Cuando una se clava, los otros ayudan a desclavar…

Ya sabemos por qué cambiaron el tapón de la gasolina después del 1991… Cuando te caes, saca gasolina a chorro; la 1993 y 1996, no. Al final en la tarde los deshinchamos a 0,000000 algo. Así clavamos un poco menos. Acabamos el día hechos polvo, ¡que ya no tenemos 30 años! Y con algún espejo reventado, algunos plásticos rotos, las cadenas brillan de limpias.

Vamos para Marraquech. 600 km que no nos apetece hacer. La carretera es demasiado buena y a la velocidad de 90-100 km, ¡qué palo! Así que encontramos a un señor con una furgoneta vieja que va para Ouarzazate a buscar cosas. Así que metemos las motos dentro, les damos los papeles al conductor (¿las volveremos a ver?) y nosotros agarramos un cómodo autobús que nuestras posaderas agradecen. 12 horas de viaje en bus y teóricamente las motos que tenían que seguirnos detrás dentro de la furgo­neta no vienen. Se les estropea la furgoneta dos veces, les para la gendar­mería… Total, llegan cuando estamos comiendo en Marraquech en la plaza de Jemaa el-Fnaa.

Mi mujer viene a hacerme pasar los Reyes en Marrakech. Y a pasar el fin de se­mana en esta ciudad que no conocía. Salimos del caos ordenado de Marrakech y aprovechamos para un nada civilizado Tour al Tukbal, la cima del Atlas. De ba­jada, con dos y las pastillas de frenos hechas a mano en Erfud… y a tope. En la parte baja dejamos atrás las piedras del camino para encontrar una arcilla rojiza. La carretera corre sinuosa por la montaña y no se pueden cometer muchos errores o te tendrían que ir a recoger abajo al río… ¡a unos 300 metros! Y por la tarde, para recuperarse, nos vamos a relajar en un Hammam donde un señor an­ciano y barrigón con los colgantes por fuera de los calzoncillos masajea la 1993.

Después de visitar en moto Marrakech vamos hacia Kenifra. 400 km de carre­teras secundarias por campos verdes y llanos llenos de cereales. Hace incluso fresco y las motos van rugiendo incansables. Recomendamos para dormir un albergue a 8 km al oeste de Kenifra. Nosotros lo llamamos la casita blanca, decoración kitsch muy peculiar y fiestas privadas a las que no fuimos invitados. Aún quedan secuelas de las dunas de Erg Chebbi. De las caídas y la arena, los puños del gas quedan duros. Decidimos practicar una intervención quirúrgica menor, sobrevivieron por los pelos, casi convertimos esta pequeña intervención en autopsia.

Nos sumergimos por carreteras secundarias sinuosas de montaña hacia As­rou. Pasamos cigüeñas, campos de cebollas, altiplanos, cedros mezclados con encinas. Cruzamos ríos y riachuelos. Nos aventuramos por un sinfín de caminos que terminan muertos en lugares remotos. Es precioso, incluso olvidamos el do­lorrrrrrr en el trasero (viva el asiento de gel que no tenemos). Fuera de toda ruta turística, nos sentimos verdaderos aventureros. Hacemos noche en Chefchouen.

De Chefchouen a Tánger hay dos opciones, puedes tardar 1 hora y media o… todo un día. Nosotros decidimos la segunda opción y tardamos todo un día. Por la mañana, la 1991 se pone en marcha mejor que las otras más nuevas. Es como un buen vino que mejora con los años. Nos metemos por caminos de burros, casi trialeras, cruzamos graveras y campos para llegar al final a Tetuán. Cuidado en Tetuán y alrededores: el asfalto está pulido y las motos incluso derrapan al reducir de marcha.

En el barco que nos llevará a Barcelona encontramos a los camiones del Rally Tuareg y cruzamos en Merzuga. Vamos para casa, cansados y contentos de nuestra miniaventura. Hemos vivido nuestro sueño africano con las mejores máquinas que uno se pueda llevar allí.

Total: 2.800 km. Hicimos de todo, pistas, desierto, furgonetas, pie­dras… quizás pasamos la mitad o más de nuestro tiempo off-road. Por esto nos gusta esta moto, por su verdadera polivalencia. Pero no nos gustaría despedirnos sin antes recordar, agradecer y dedicar esta his­toria a dos personas muy especiales. Dos grandes amigos y aventure­ros que con sus Africa Twin habían recorrido media África y la más remotaEuropa: Joan Ballús, que tras luchar hasta el último momento contra una en­fermedad con toda dignidad y con su peculiar sentido del humor hasta el final, ya no está con nosotros, aunque su recuerdo nos acompaña siempre. Y su fiel compañero Quintí, que por motivos profesionales no nos pudo acompa­ñar en esta aventura y que seguro que en la próxima estará dando guerra.Gracias a los dos y a todos los moteros solomoteros.

Mostrar comentarios
Cargando siguiente contenido...