Viaje Motero a Los Alpes: El Stelvio y la ruta del 9

Viaje Motero a Los Alpes: El Stelvio y la ruta del 9

Bien, nosotros éramos de los primeros y de los terceros; por más crónicas que leas, siem­pre hay el puerto con esas vis­tas fantásticas que solo se te permiten ver entre 2.000 y 2.700 metros.

Tras la incursión Alpina de 2012, nos quedó en el tintero el puerto estrella de los Alpes, el Stelvio, y de paso haríamos la famosa ruta del 9, ese nudo gordia­no que cuando lo terminas, si lo haces de manera correcta, pasas por nueve puertos y no repites tramo.

Esta vez iríamos Manel, con su flaman­te HD Sportster 1200, y un servidor, con mi BMW R 1200 RT. No hace falta decir que un mes antes de la salida nos dedicamos los domingos a los cambios de aceites, filtros, cardanes y demás elementos en perfecto estado…Después de algún que otro inconve­niente surgido en la ruta, pudimos hacer todo lo planeado, y nos acompañó nues­tro amigo J.M. Miquel de Burgman Cat, que reside a orillas del Lago di Lugano, lugar de nuestra primera noche.

Tras las quejas de la anterior Alpina, y esta vez hubo neverita ¡con cerveza y bebidas fresquitas! Aprovechamos el excelente poder de carga de la RT para dejar una maleta solo para comida en caso de necesidad y una neverita con barras de hielo para llevar bebida fresca, ya que en la otra incursión Alpina que­rías pararte en algún sitio coincidiendo con la hora de la comida o bien por las vistas y deleitarte con el paisaje, pero estabas en medio de la nada y no se pudo hacer.

Quedamos a las seis de la mañana y la primera parada cafetera la hicimos en un área de servicio del Montseny, tras revisar y chequear documentación. Se nos acercó un chico mallorquín que iba dirección Alemania y preguntó si podía unirse a nosotros en la subida, le comentamos nuestra ruta y decidió acompañarnos hasta el desvío que debíamos tomar dirección Grenoble en Valence.

Al llegar a La Jonquera me di cuenta de que mi rueda delantera se estaba degradando rápida y muy raramente; la trasera la cambié antes de salir, pero la delantera estaba a más de medio uso y por eso no se hizo, opté por seguir y cambiar en Milán, luego llamaría a J.M. Miquel y que me buscara una para el día siguiente. Llegando a Nimes la rueda estaba casi deshecha. Nos despedimos de nuestro acompañante y optamos por salir de la AutoRute y acercarnos a un taller que nos indican en la E.S. de Nimes.

Tras recorrer unos kilómetros hasta el taller indicado, nos dicen que solo se dedican a coches, y al preguntar por alguno en la zona nos dicen que no conocen ninguno… vuelta a la AutoRoute y ya empiezo a ver flaneos en la rueda delantera y quedan 700 km hasta el hotel en Como, Italia.En una parada en una E.S. comemos y descansamos de tantos nervios y… ¡la HD no arranca! Hacemos memo­ria y la otra vez nos pasó lo mismo en esa misma área de servicio. Tras varios intentos, se nos acercan unos hombres de una cuadrilla de limpieza y nos dicen que si no arranca, es por una antena que hay dentro del área que hace de inhibidor de frecuencias y no desconecta la alarma de la moto que se conecta sola cuando se para la moto; nos comentan que pasa solo con las americanas, que si queremos arran­carla, hay que sacarla empujando de la E.S. y arrancarla fuera del alcance de la antena… así que a empujar tocan y, tras varios intentos a diferentes distancias, logramos arrancarla. Volví a recoger la mía y para Grenoble.

Llamamos a J.M. Miquel y le digo que es imposible llegar, que dan lluvia y necesito un taller por Grenoble como mucho. Me localiza la dirección de un par antes de llegar con su salida/entrada de AutoRoute, pero “ese” modelo para “esa” moto no lo tienen, así que para Grenoble a BMW y con suerte… pero vaya sablazo. Ellos sabían que o mon­taba y seguía o perdía noches de hotel, etc… En fin, un mal menor, montamos rueda y continuamos hacia el Túnel de Fréjurs que une Francia con Italia.

Pasar ese túnel es una sensación rara por la temperatura que se acumula en el interior, son 15 km de largo y al llevar un rato dentro tuvimos que abrirnos la chaqueta porque nos asábamos de calor, el termómetro de temperatura exterior de la moto marcaba 33º, pero al salir estaba lloviendo, y corriendo pa­ramos para ponernos el chubasquero y los reflectantes, ya que es una ruta muy transitada por camiones y las cortinas de agua que levantan dificultan la visibili­dad. Así que sin más contratiempos llegamos a Como.

Al día siguiente, ya con J.M. Miquel, que nos pasó a recoger por el hotel, nos dirigimos hacia Bormio para subir el Stelvio. Debido al denso tráfico pa­ramos en Tirano a comer, delante del santuario Madonna di Tirano.

La subida al Stelvio era impresionante por la cantidad de motos y bicicletas que llegamos a ver, pero por fin está­bamos allí… tanto tiempo preparando que si repostajes para el depósito de la H-D, que si cambios de autopistas, reservas de hoteles, sitios para comer, cruces que pasar y vistas que no perder…

El ambiente arriba del puerto es de puro merchandising, con tiendas de souve­nirs, cafeterías, la compra de la ansiada pegatina para la top case y todos con la misma idea de bajar por los 48 “tornan­tes” (‘curvas’) del otro lado, a nuestro parecer la parte más bonita, así que a bajar y a volver a subir. No sin antes poner la pegatina en el Cartel del Puerto de la Peña Motorista a la que pertene­cemos, Burgman Cat. Aparte de eso, de cada ruta que hago me gusta hacer una camiseta con un logo referente a tal ruta, manera de tener camisetas personalizadas de cada ruta. Como era natural, foto con la pegatina del grupo y con la camiseta para recuerdo.

Bajamos los “tornantes” y en el numero 22 paramos a deleitarnos del paisaje y de la cantidad de vehículos que como nosotros bajaban para luego volver a su­bir; en fin, una vista deseada y esperada por los tres. De vuelta hacia el Stelvio, nos dirigimos hacia St. Moritz des Bains, donde coinci­dimos con una concentración de Ferrari.

De ahí y con un guía de lujo, nuestro amigo J.M. Miquel, nos acercó a Cascate d’Acquafraggia, unos saltos de agua impresionantes que si no te dicen que están ahí, pasas por delante y ni los ves. Pasamos por el puerto de Maloja, particularmente me gustó mu­cho, corto pero muy revirado, lo que te permite adelantar bien a los coches.

Ya de ahí con el tiempo justo para la vuelta decidimos no parar más y tirar hacia el hotel, ya que nos iban a llevar a cenar a una pizzería al lado del lago di Lugano, en Porto Ceresio.

La cena fue distraída, con Montse, la mujer de J.M. Miquel, que nos ense­ñaron el magnífico apartamento que tienen a orillas del lago di Lugano; la pizza en su punto y el enclave a orillas del lago de ensueño, pero, cómo no, lo mejor la compañía. Nos despedimos hasta el día siguiente para hacer la Ruta del 9.

El principio de la ruta empezaba un poco lejos de donde estábamos, por lo que decidimos jugárnosla y tirar por la AutoRoute sin la viñeta; tuvimos suerte de no ser parados. La primera parada, Airolo, de donde parte la Via Tremola para subir al Passo del San Gottardo. Optamos por subir por la carretera normal y de ahí se ve perfec­tamente esa vía empedrada.

Una vez hechas las fotos y las típicas compras, nos encaminamos hacia uno de los cruces de los Alpes: Andermatt, con salidas hacia Oberalp Pass. Subien­do este puerto, en un adelantamiento a un coche, me “cazaron” con una pistola láser los policías de turno camuflados dentro de una furgoneta, o pagas o no continúas, así que Visa al canto y a conti­nuar. De ahí al Susten Pass, pasando por la belleza del lago de Grimsel, el Grimsel Pass y, en el Belvedere, el glaciar del mismo nombre, que se puede visitar.

Es una gruta en el hielo que han hecho y te proveen de un casco para poder acceder al interior del glaciar. La verdad es que se agradece por lo fresquito que se está. Saliendo de aquí nos encaminamos hacia otro cruce importante, el del Furka Pass al Gran Hotel Glacier du Rhône. Nos encaminamos hacia el mítico Furka tras las fotos y demás, fuimos hacia el último, el Nufenen Pass. Por ser el últi­mo era el que más nieve tenía y del que nos gustaron más las vistas.

De ahí empezamos a descender y fuimos hacia el hotel en Sion, a tomar el merecido descanso; descargar la infini­dad de fotos al PC y prepararnos para la vuelta al día siguiente de 950 km.

Al día siguiente nos levantamos tranqui­los y desayunamos, conscientes de lo que nos quedaba por delante, así que empezamos la vuelta pasando por el Coll de la Forclaz que une Francia y Suiza y de ahí, tras varios desvíos por obras que nos hicieron perder mucho tiempo.

y los nervios, llegamos a Albertville. Pa­ramos a comer al lado del monumento de los JJ.OO., donde por cierto no sale Barcelona. Allí coincidimos con unos señores de cierta edad que nos comentaron que de jóvenes también fue­ron en moto y que hace poco recalaron con un crucero en Barcelona y que la ciudad les gustó mucho.

Reposada la comida un ratito, empezamos la larga y costosa bajada por autopista, de agra­decer el control de velocidad, el equipo de música y diferentes posiciones de conducción, porque aun y con todo se hace eterno. Sin más contratiempos llegamos a La Jonquera, llamamos a casa y el “trocito” de 150 km se hizo en un santiamén.

Lo pasamos genial, hicimos lo que fuimos a hacer, el tiempo nos acom­pañó, tomamos nuestras birras pícolas y normales, pudimos solventar los problemas sobre la marcha...

Pero como siempre: lo mejor, la com­pañía.

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