Para el viaje programamos, como solemos hacer, un desplazamiento en barco de Barcelona a Génova, atravesar Italia hasta Bari, donde tomaríamos de nuevo otro barco hasta llegar a Dubrovnik. Para este trámite usaríamos los dos primeros días de nuestro viaje. Al tercer día ya estaríamos en Dubrovnik.
Día 3. Dubrovnik
Como el ferry llega a las 7 de la mañana, nos quedarnos allí el primer día y hacemos lo que todos los turistas: visita panorámica desde las murallas, paseo por la ciudad medieval, refresco en las terrazas y pescado y marisco en el puerto viejo. Y cómo no, subimos y bajamos escaleras y más escaleras. Preciosa ciudad altamente recomendable.
Día 4. Dubrovnik-Pec (Kosovo)
Bajamos la costa dálmata y sus eternas colas hacia Kotor (Montenegro), donde nos desviamos hacia Cetinje y Podgorica (capital del país). Para no repetir carreteras conocidas, fuimos por unas pintorescas de montaña, con un paisaje precioso subiendo y bajando hasta 1.800 m. Grandes precipicios y bosques interminables, pero el estado de la carretera, penoso, 150 km que no se acababan nunca y rodeados por una tormenta.
Ya en el valle, se está a un paso de Kosovo, pero a pocos kilómetros de la frontera tuvimos que retroceder por estar cortado el acceso. Supuso unos cuantos kilómetros de más ir a buscar la frontera y llegamos con ayuda del navegador, porque indicaciones, nada de nada. Fue como cualquier frontera en la que piden pasaporte, aunque nos obligaron a hacer una carta verde específica al no aceptar la europea. Costó 15 euros.
Día 5. De Pec a Pristina
Visitamos tres de los cuatro monumentos Patrimonio de la Humanidad en Kosovo. Para encontrarlos hay que echarle imaginación, no aparecen en la cartografía, no hay señalización y nadie te entiende. Todos ellos están custodiados por la KFOR desde 1999, aunque, a pesar de ello, uno fue quemado en 2004 por albaneses. Para llegar al control hay que pasar barreras y obstáculos de hormigón en la carretera, y la KFOR te toma todos tus datos o se queda el pasaporte mientras visitas. Una calma tensa.
El más bonito, el Patriarcado de Pec, con cuatro iglesias de diversas épocas que confluyen en un nártex único y pinturas preciosas de los siglos XII-XIII, el baptisterio para bautizar a los reyes, el altar donde se casaban, sus tumbas, etc. El patriarca, que ahora vive en Belgrado, es la máxima autoridad religiosa y antes vivía aquí. Cada patriarca hacía construir su silla-trono, y se pueden ver varias muy antiguas.
Visovi Dekani es, dicen, el centro religioso del país, aunque no lo encontramos tan auténtico. La catedral de Pristina tiene su significado pero está sin reconstruir. La carretera a Pristina siguió igual de mala, excepto unos pocos kilómetros de autopista. Es una ciudad reconstruida con edificios nuevos, avenidas y amplias zonas peatonales. Fue un día de ambiente festivo en medio de la fiesta de la cerveza, con música y abarrotado de gente. Todo barato: 2 € por dos copas grandes de helado en una terraza de moda.
Día 6. De Pristina a Kraljevo
La autovía en dirección norte son un montón de kilómetros con dos carriles de obras y gravilla, y después una nacional no muy buena. Nos cruzamos con más patrullas de la KFOR, y 20 km antes de salir de Kosovo, otro control y el consiguiente desvío con bloques de hormigón. El paisaje en este último tramo es algo más verde y montañoso. La frontera nos deparaba una sorpresa. Salimos de Kosovo sin problemas, y un poco más adelante vimos los primeros policías serbios.
No era una frontera, solo un control, ya que para ellos Kosovo es una provincia. Al mirar los documentos, nos dicen: “Tienen ustedes un problema”. “¿Cuál?”, preguntamos. “No han entrado en Serbia, no pueden seguir”. Primero, sorpresa; luego, estupor e intentar entender exactamente qué pasaba. Nos obligaban a retroceder todo el camino hasta Montenegro y entrar en Serbia por otra frontera más al norte, ya que las fronteras utilizadas por Kosovo no están reconocidas por ellos. Estábamos en la nada: fuera de Kosovo y fuera de Serbia. Estupefactos y enfadados.
Un policía de más rango acudió intentando solucionar el problema, ya que teníamos hoteles reservados. Harían la vista gorda al sello de los pasaportes y nos dejarían entrar con el DNI. Pero… ¡no lo teníamos! Solo viajábamos con el pasaporte. No nos preguntéis cómo fue pero al final pasamos, y como alma que lleva el diablo, a toda velocidad. Esa noche, ya en frío, nos asaltó una duda: si no habíamos entrado en Serbia, ¿podríamos salir?
La carretera y la señalización mejoraron notablemente aunque sin llegar a lo que estamos acostumbrados. Seguimos la ruta prevista, visitando los monasterios de Sopocani y Studenica, maravillas también Patrimonio de la Unesco. A pesar de su valor, son desconocidos. En el primero estábamos solos, ni un visitante pero tampoco vigilante; nos habríamos podido llevar cualquier cosa. Nos conformamos con unas fotos (teóricamente prohibidas) de los frescos bizantinos de los siglos XII-XIV, de valor incalculable y magníficamente conservados. En Studenica, monasterio fortificado, había un guía-vigilante y seis visitantes bajo la llovizna. Los monasterios son ortodoxos y están situados en bosques o montañas de gran belleza.
Dormimos en Kraljevo, pasemos por su animada zona peatonal y cenamos en un restaurante panorámico por 10 € cada uno. De nuevo, la copa enorme de helado a 1 euro.
Día 7. De Kraljevo a Novi Sad
Seguimos dirección norte hacia Uzice. Si se coge por el oeste, la carretera asciende curvada y preciosa para dirigirse a las montañas y estaciones de esquí y de ahí pasar a Bosnia. Como ya lo habíamos hecho, tomamos hacia el este siguiendo el curso del río Drina y su enorme valle durante 150 km llenos de cultivos. El río es la frontera natural con Bosnia, más montañosa en la otra ribera. En este recorrido hay pasos fronterizos para vehículos y para peatones, como el de la ciudad de Malí Zvornik y su puente metálico. El puente hace unos años unía barrios de una ciudad a ambos lados del río, y ahora separa ciudades de dos países, que han conservado el mismo nombre.
Antes de Novi Sad, la carretera pasa por enormes bosques y llanuras. La fortaleza Leopoldo I domina la ciudad y el río, con unas vistas magníficas. Allí os podéis alojar en un hotel de 5 estrellas a un precio económico y cenar en las terrazas con vistas a todo ello.
Día 8. De Novi Sad a Subótica
El río Drina drena en el Sava, gran afluente del Danubio. Pasa por las praderas de Selevenjske Ustare, reserva natural nunca urbanizada, solo con alguna granja, y por Krivaja, sistema ramificado de valles y bosques en las tierras fértiles de Backa. En su interior hay lagos, palacetes y reservas de aves en peligro de extinción. Ya en Subotica, hay que pasear por la magnífica plaza que alberga los edificios oficiales y por las callejuelas animadas llenas de terrazas, bares, tiendas y edificios señoriales. Cenamos en el mejor restaurante de la ciudad por 20 € los dos.
Día 9. De Subotica a Belgrado
A 8 km de Subotica está el bellísimo lago Ludas, lugar de recreo rodeado de humedales donde se detienen las aves migratorias. Proporciona sensación de relajación.
Comimos en el castillo de Ecka del siglo XVIII, que dicen que recibe este nombre por la segunda mujer de Atila, guerrero que instaló sus campamentos en esta zona. Lo rodean lo que fueron los campos de caza de la aristocracia europea del imperio austro-húngaro. Ahora es un hotel de 5 estrellas muy agradable, donde comimos de lujo, caviar incluido, por poco más de 30 €. Queda claro que en Serbia es más barato comer que llenar el depósito (unos 30 €).
Belgrado tiene reputación por su vida nocturna y realmente nos asombró. El centro está lleno de terrazas, bares, restaurantes, discotecas y clubs, peleando por el nivel de decibelios, e hirviendo de gente principalmente joven con mucha marcha. Hay espectáculos callejeros y grupos tocando y cantando en directo. Unas calles más abajo se encuentra Skadar Lija, zona antigua y bohemia del siglo XIX, con calles que no se han tocado desde entonces, de adoquines y llenas de agujeros. Aquí están los restaurantes y cervecerías más antiguos de la ciudad, que por la noche se animan con grupos de música tradicional a los que se unen espontáneamente los clientes.
Día 10. Belgrado
Pateamos la ciudad durante horas, paseando entre edificios neoclásicos y modernistas, recorremos el viejo palacio y sus jardines, donde se encuentran los monumentos a los caídos y el mausoleo de Tito. Desde lo alto se aprecia cómo el río Sava desemboca en el Danubio, de medidas colosales. Comimos en otro lugar típico y de ocio nocturno, que son las barcazas a orillas del Danubio, y caminamos el paseo que lo bordea, para después subir de nuevo al centro antiguo de la ciudad. Es sin duda una cita obligada para los amantes de la vida nocturna.
Día 11. De Belgrado a Orsova
Seguimos el curso del Danubio, hacia el este, hacia Rumanía; y pasaremos por sus desfiladeros y gargantas. El río es de nuevo frontera natural entre Serbia y Rumanía a lo largo de casi 200 km; en algunos puntos alcanza la anchura de 2 km y pasa a poco más de 150 m en las gargantas, lo que provoca acantilados de 500 m de altura. Los desfiladeros reciben distintos nombres en cada tramo y país, siendo el más conocido el de Puertas de Hierro.
El recorrido es de una extraordinaria belleza, pero tiene pocas emociones moteras. Se pueden ver la Tabula Trajana, los restos del puente de Trajano y la fortaleza de Cruzada la frontera por un largo puente de hormigón sobre el río, encontramos el inicio de los Cárpatos y la carretera se curva con intensidad. Es una nacional montañosa, virada y con un piso excelente; vamos, una gozada. En Rumanía mejora mucho la señalización vial.
Día 12 a 15. De Orsova (Rumanía) a Bled (Eslovenia), Brescia (Italia) y Barcelona
Seguimos en paralelo a la frontera serbia, hacia el norte, atravesando las tierras de los gitanos romanís con casas de brillantes tejados de hojalata. Entramos en Hungría, donde nos detenemos en un hotel de aguas termales en Moha, y por Croacia llegamos a Eslovenia. Allí nos detuvimos dos días en Bled, en la antigua casa de veraneo del dictador Tito, con vistas espectaculares al lago. Disfrutamos de los Alpes dináricos, sus lagos glaciares y verdes paisajes. Nuestra siguiente noche fue en Brescia, donde paseamos bajo la única lluvia del viaje, y de allí a casa. Ya estamos pensando en la próxima, aunque será ya en otro continente…
Te recomendamos