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Viaje en moto por las tierras de William Wallace

Uno de los viajes soñados que tenía en mi cabeza era visitar las tierras altas de Es­cocia y todos esos grandes parajes que tanto vemos en los documentales, pero no hay nada como vivirlo en persona.

Comenzamos el viaje soñado por una bella ciudad como es Edimburgo. En la que paso tres días visitando templos, castillos y algo que tenía muchas ganas de ver: los cementerios. Es una ciudad que esconde una belleza espe­cial por sus edificios de color oscuro; la visita nocturna por la ciudad es preciosa. No nos olvi­demos de sus historias y leyendas de fantasmas.

En la época medieval, la peste arrasó con más de la mitad de la población, una enfermedad transmitida por las pulgas que anidaban en las ratas, todo producido por la suciedad provocada por no haber alcantarillado. En aquella época no había lavabos ni letrinas, y toda el agua sucia de residuos fecales era lanzada por las ventanas con el grito de “¡agua vaaaaa!”.

Después de estar tres días en la ciudad y de­gustar sus platos típicos y la buena cerveza, nos ponemos ya de camino a Inverness. Son casi tres horas de carretera.

En Inverness visitaremos la catedral y buscare­mos un buen sitio para comer, The Auctioneers, donde comí una gran hamburguesa con un cóc­tel elaborado con un montón de ingredientes que no entendía, con algo de whisky… Escocia es el paraíso del whisky, y es que en Edimbur­go, en Grassmarket, encontramos más de ciento cincuenta tipos de whisky. Después de contem­plar Inverness en una bella estampa nocturna, vamos a ver The Old High Church, una iglesia de 700 años de antigüedad y un cementerio de raíces celtas. En las piedras se muestran los clanes y familias que asistieron a la iglesia. Paramos a ver la inscripciones de la tumbas… Sobrecogedor.

Con el amanecer desayunamos fuerte: huevos escalfados, con una morcilla que no está mal… Volvemos a la ruta. Poco a poco vamos aden­trándonos en las tierras altas de Escocia, las Highlands, y el paisaje cada vez va cambiando, con vegetación y grandes montañas rodeadas de inmensos lagos o afluentes del mar, que ro­dean la isla de Skye, nuestro destino de hoy.

Hoy es un gran día porque vamos a visitar el lago Ness y Culloden Battlefield. ¿Veremos al monstruo? Llegamos a Culloden Battlefield, que está a 5,7 millas de Inverness, donde podemos ver recreada la historia de una sangrienta bata­lla entre jacobitas e ingleses. Fue una auténtica matanza. Por once libras entramos en una ex­posición con una recreación de toda la batalla. Cuando finalizó esta, gran parte de las espadas fueron mutiladas, partiendo puntas y empuña­duras.

Seguimos el camino hacia el lago Ness, donde se encuentra el castillo de Urquhart, que data de siglo xiii y que fue parcialmente destruido en 1692 por los ingleses, para evitar que fuera capturado por los jacobitas. Nunca fue recons­truido. Las vistas del lago Ness son impresionantes. Os recomiendo que entréis en el castillo, ya que podéis recorrerlo por el interior y admirar el lago desde lo alto. Llegamos a Portree ya caída la noche, después de cruzar un gran puente que separa la isla; pen­sar que sobre las cuatro de la tarde aquí ya es de noche, por eso hay que levantarse bien tem­prano, para poder aprovechar las pocas horas de luz.

Otro día más nos levantamos temprano para dar una vuelta por el pueblo. Aquí, mires donde mires, tienes agua y unas vistas excelentes. Continuamos el camino para ir a ver unos acantilados y caídas de agua. Estamos ahora por la zona donde podréis disfrutar de unas vistas increíble. Grandes montañas y en todas ellas se pueden ver caídas de agua.

Llegando a unos de los acantilados, me encuen­tro un puesto en medio de la nada donde venden perritos calientes. ¡¡Muy fuerte!! Después de co­merme el perrito caliente, llegamos al acantilado de Greag an Fheilidh, donde vamos a poder dis­frutar no solo de unos paisajes alucinantes, sino también de una gran cascada.

Seguimos hasta Glen Britte, un gran valle en el sur de la isla de Skye, en el que entre las monta­ñas se encuentra un arroyo con cascadas conoci­das como las Piscinas de Hadas. Aquí tendremos que andar unos kilómetros para poder verlas.

Ya nos queda una última visita del día, y es el famoso castillo de Eilean Donan, que se halla nada más cruzar el puente de la isla de Skye. Es una fortaleza situada sobre la pequeña isla del mismo nombre que se alza a un lado del lago Duich, al noroeste de Escocia, que está comu­nicado a su vez con el cercano océano Atlántico por medio del lago Alsh.

Llegamos a Glencoe, donde hacemos noche, y razón por la cual no me percaté de las maravi­llosas vistas del lugar. Continuamos hasta Inveraray, una pequeña localidad muy bella a orillas de un lago, con un embarcadero y una estatua que hace mención a los caídos en la Primera Guerra Mundial. Justo en el puerto, al salir del pueblo, vemos una indicación que nos lleva al castillo de In­veraray, el hogar ancestral del duque de Argyll, jefe del clan Campbell y la atracción icónica del visitante de la costa oeste de Escocia.

Continuamos hasta Luss, ya para buscar un sitio para comer, un lugar con casas muy pin­torescas y que me han recomendado encareci­damente. La comida es muy buena y al final de la calle hay un pequeño embarcadero que da al lago Lomond. Llegamos al hotel, que está al otro lado del lago, y tras una buena cena nos vamos a descansar.

Hoy es el último día de viaje y tenemos muchas cosas que ver, así que nos damos prisa para salir y no perder ni un rayo de luz. La primera parada es en Callander, en la que veremos unas pintorescas casas y un lugar llamado The Old Fudge Shop, una famosa bombonería, una de las más importantes del país.

Nos ponemos en marcha dirección a Stirling a visitar el monumento de William Wallace. Este famoso monumento se alza imponente sobre los campos donde Wallace –personaje que todos conocemos por la película Braveheart, de Mel Gibson– condujo a sus tropas a la victoria en la batalla del Puente de Stirling. En esta torre conmemorativa podrás conocer la historia del guerrero que se convertiría en el héroe nacional de Escocia.

La torre del monumento cuenta con tres plan­tas con exposiciones y una cúpula en forma de corona real, desde la que se pueden contem­plar unas vistas extraordinarias. A cada planta se accede a través de una empinada escalera de caracol formada por 246 estrechos peldaños. Son tres plantas más la azotea.

Salimos para visitar el castillo de Stirling, que está a pocos minutos de donde nos encontra­mos; no es una visita que recomendemos, ya que lo encontré con muy poco contenido e inte­rés y, además, te cobran casi 15 libras.

Tras dejar el castillo nos vamos a una de las vi­sitas de monumentos más importantes del viaje. La capilla de Rosslyn, originalmente capilla de San Mateo, un templo de mediados del siglo xv situado en el pueblo de Roslin, que conocemos por haber aparecido en la película El código Da Vinci.

Para terminar este gran viaje, pasamos la úl­tima noche en Edimburgo. Y nos hacemos un recorrido nocturno por la ciudad y algunas com­pras por Princess St, que es donde están los grandes almacenes. Justo desde lo alto, donde está el castillo, podemos contemplar la luna.

La verdad que he tenido suerte todo el viaje y no me ha llovido casi nada, pese a la lluviosa climatología de esta zona, con una temperatura que rondaba de media los cuatro grados. Los sitios donde he dormido han sido tanto aparta­mentos como hoteles, la gran mayoría encanta­dores. Lo cierto es que los hay muy pintorescos y en todos ellos te dejan café, leche, té y porrid­ge, un alimento típico escocés de origen celta, avena molida, básicamente.

Los Highlands son un destino obligado que vale mucho la pena. Recomendado.

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