Viajar en moto a contrarreloj, si hoy es martes esto es Bélgica

Viajar en moto a contrarreloj, si hoy es martes esto es Bélgica

Está claro que el mototurismo es puro placer, por lo que viajar en moto a contrarreloj nunca es buena idea.

Echando la vista atrás, concretamente nueve años, recuerdo mi primer y único gran viaje en moto en solitario. Tampoco es que fuera para echar cohetes, y no fue un viaje de placer, sino un viaje de trabajo hecho con placer, 3.000 km en cuatro días, pisando cuatro países, España, Francia, Luxemburgo y Bélgica.

Lo hice con una fabulosa Honda Crosstourer 1200 DCT, con dos maletas y top case; el destino fue el circuito de Zolder, en Bélgica, para acudir a un comparativo europeo anual de motos y scooters eléctricos. Sí, ya llevo diez años probando motos eléctricas…

Viajar en moto, que gran placer, pero sobre todo cuando se hace sin prisas... Este viaje fue preparado en dos días y con la premisa de llegar a tiempo a Zolder, por lo que ante todo no debía de haber contratiempos. Ya salía de Barcelona con la cuenta atrás activada… Malo, malo…

Planifiqué una parada para hacer noche en Dijon, sí, lugar de origen de la famosa mostaza, pero no comí ni compré mostaza. Llegados a “dijonland” aparqué la moto bajo la ventana de mi habitación del hotel, y me llevé solamente el top case, donde guardaba los enseres más necesarios.

No recomiendo a nadie viajar en moto a contrarreloj...

Tras una primera jornada de lluvia, el segundo día amaneció soleado, pero con niebla. Desayuné, hice el top case -en lugar de hacer la maleta- y bajé a recepción para el check out. Dejé el top case pegadito al mostrador de recepción mientras saludaba educadamente a la recepcionista “Bonjour mademoiselle!” con un acento muy digno para ser ibérico.

Tras pagar, era hora de partir. Iba con tiempo de sobras para llegar a Zolder, y tendría tiempo extra para parar a hacerle una visita al Atomium de Bruselas. Revisé la Crosstourer; todo OK. Así que motor en marcha y gas para hacer unas cuantas millas hasta el destino final.

Con poco tráfico, un día soleado y mucho tiempo, decidí hacer un primer tramo de carreteras comarcales antes de tomar la autopista. Paré a hacer fotos de paisajes bucólicos, respiré un poco de aire puro y enfilé la autopista A31 rumbo a Metz.

Rodeado de verdes prados, bosques, molinos de viento y campos floridos, con la V4 ronroneando a 120 km/h y poco tráfico era feliz. ¡Qué maravilla! Casi llegando a Metz no sé por qué eché una mirada atrás para revisar las maletas y el top case… ¿Qué top case?

¡Ahí no había nada! Sudores fríos… Paré en el arcén y comencé a pensar rápido, al mismo tiempo que sopesaba todas las posibilidades: pérdida, robo, mal anclaje, pero todas coincidían en una ¡desastre! Revisé las fotos que había hecho al salir del hotel por las carreteras comarcales, para verificar si la moto tenía el top case y… ¡no lo tenía!

El top case se había quedado a pasar un día de fiesta en el hotel, pegadito al muro del mostrador de recepción… El día se había torcido… Tocaría ir con prisas, a ritmos ilegales y perdiendo toda la programación, volviendo al hotel…

Otro problema añadido es que la moto no tenía toma de corriente, así que el GPS no tendría ahora suficiente batería para llegar a Zolder. Otro problema más… Tuve que desandar los 250 kilómetros que había hecho por lo que en esta jornada hice 500 km extra…

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Tenía que llegar a Zolder sí, o sí. Bueno, ¿qué más podría pasar? Pues pasó… Al llegar al hotel estaba cerrado porque era festivo… ¡Increíble! Tuve que llamar por teléfono y esperar pacientemente la llegada del dueño del establecimiento. Una hora y media más tarde llegó y me devolvió el top case. ¡Gracias! Me sentí bastante estúpido, la verdad, muy embarazoso… El gran motorista con su flamante Crosstourer y equipamiento, se había dejado el equipaje…

Había que pensar en comer algo, porque ya era la una y media. Tras una hamburguesa rápida y el obligado repostaje de gasolina, comenzó la “carrera”. Me esperaban 562 quilómetros a contrarreloj, pero con el agravante de los radares franceses…

A la nueve de la tarde podía llegar a Zolder, ¡pero con parada en el Atomium de Bruselas! Tenía que hacerme una foto con el Atomium… Gas como si no hubiese un mañana y ojo avizor a los radares, fuimos avanzando la Crosstourer y yo. No perdimos un segundo en los repostajes, aunque no me libré de algunos retratos…

Llegando a Bruselas comenzó a atardecer y la batería del GPS estaba ya casi en las últimas, pero llegué al Atomium. “Si hoy es martes, esto es Bélgica” pensé, recordando la película de 1969. ¡Y era martes y era Bélgica! Me hice la foto y salimos disparados hacia Zolder.

El GPS me marcaba la ruta, bastante enrevesada, con nudos y más nudos de autopista, pero fenecería antes de mi destino… ”¡Hay que ir más rápido antes de que se acabe la batería!”, pensé.

La ecuación velocidad/tiempo esta vez jugaba un papel clave en la duración de la batería del GPS.

Al final ocurrió, se agotó la batería del navegador, y era ya de noche, además, por lo que las referencias visuales pasaban únicamente por los carteles indicadores, aunque no siempre indican tu destino exacto…

¿Cómo llegaría al circuito de Zolder sin mapa ni navegador y sin perder tiempo? Por suerte antes de apagarse el GPS pude visualizar el tramo de autopista a tomar -sin desvíos- y mentalizar el número de salida y a qué distancia estaba, 40 km. Así que puse el segundo odómetro parcial a cero y cuando marcase 37 km comenzar a buscar la salida.

Hice esos 40 kilómetros esperando hallar un bendito cartel que indicase “Circuit Zolder” … ¡Y apareció!: “Circuit Zolder 2”. ¡Salvado! En cinco minutos ya estaba en mi destino, descansando y saboreando una buena cerveza belga, una Duvel, mi premio tras una jornada de más de 1.000 kilómetros. Viajar en moto a contrarreloj, ¡mal rollo!, pero salió bien.

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