Viajando por la costa del mar Arábigo con Alicia Sornosa

Todo empezó tras la inauguración en Madrid del nuevo concesionario Royal Enfield. Una firma veterana que lleva entre nosotros desde 1899, cuando se fundó en Inglaterra (fabricó su primera motocicleta en 1901), y desde 1955 comenzó a producir en la India los modelos que venía produciendo en la fábrica original, con muy pocos cambios en cuanto a la mecánica. Hoy en día en nuestro país podemos com­prar las Bullet o Classic en sus diversas versiones, todas ellas con veterano motor de 499 c.c. además de la última llegada a su catálogo, la café racer Continental GT 535.

Eso sí, han cambiado la carburación por inyección y se pueden arrancar mediante un botón, aunque conservan su pedal para arrancar a patada. El caso es que allí decidí que acudiría a la Rider Manía, un espectacular encuentro de “bulleters”, los usuarios de Bullet, y demás modelos de Enfield, que se viene celebrando desde 2003 en distintos puntos de la India.

Bombay fue el punto de partida de la Costal Ride, bautiza­da así por la proximidad de la ruta con el mar. Mi moto, una Royal Enfield Classic, está perfectamente dispuesta junto con las otras, nueve riders más con Bullet, Continental GT y más Classic. Sus nombres, impronunciables para mí has­ta el penúltimo día: Shekhoo Raja, Jaskirat Bawa, Pawan Kumar, Vikrant Shanbhag y Shrikar Chavan son periodistas de motor, influencers y blogueros del mundo de las motos en India; Harsh Man Rai, Ketan Kundargi, pertenecientes a Royal Enfield India; Parakram Jazarika, nuestro organizador, el encargado de engranarnos a todos y de que todo saliese perfecto.

El viaje comienza muy temprano, con un “jet lag” y cansan­cio por mi día y medio de vuelo, que se me olvida en cuanto puedo hacer unos kilómetros. Antes de partir, una pequeña anécdota; cuando me dan las llaves de mi Classic, me piden que dé una vuelta por el parking del hotel:

-Alicia, esta es tu moto, ¿te importa dar una vuelta por aquí antes de salir?

-Claro, cómo no, ¿es que queréis ver si sé conducir bien?

Esto lo dije, pero tras ese instante me quedé pensando: “Vaya, no se fían de que pueda llevar esta moto hasta el final”. Lo peor de todo es que lo más complicado para mí siempre son las maniobras en parado, así que no quedaron muy convencidos de mi habilidad sobre ruedas en esa toma de contacto…

La Classic me resulta muy cómoda, pese al tremendo tráfico indio, las carreteras llenas de agujeros y los obstáculos que encuentro en el camino. Pronto nuestra ruta comienza a olvidarse de la gran ciudad y el ritmo resulta mucho más agradable.

Cada rider va pendiente de su retrovisor, por lo que mi mie­do a perderme por viajar sin GPS y por no tener ni idea de leer el hindi desaparece en poco tiempo. La ruta nos lleva a cruzar una cadena de pequeñas monta­ñas, con curvas estupendas y a un buen ritmo. Parada para tomar algo en medio del camino y continuar nuestra ruta hacia el sur. Esta vez llegamos casi de noche tras cubrir los 275 km previstos. Para mí ha terminado el día, ni cena ni playa, estoy muerta y necesito descansar.

Bien temprano, mi maleta está junto a la moto, mi casco limpio y yo con la ropa puesta. Me doy cuenta de que voy demasiado deprisa y que en esta rodada la tranquilidad y el disfrutar cada minuto de lo que nos rodea es indispensable. De nuevo cambio el chip de mi cabeza y lo dejo en modo “viaje”. El coche de asistencia se encarga de cargar cada mañana nuestra pesada maleta, de preparar y revisar las motos cada tarde, es todo perfecto.

Parakram se preocupa de que yo esté bien y haya descansa­do y poco a poco comenzamos a conocernos unos a otros. La ruta es magnífica, desde las montañas bajamos hacia la costa, va a ser una jornada de una gran belleza y, aunque de pocos kilómetros, llegamos al anochecer. Hemos cruzado dos ríos, hemos parado a tomar algo, a comer y el premio es un lugar idílico, pegado al mar.

Esta noche me apunto a lo que sea, me encuentro de nue­vo con fuerza y bien descansada, el ritmo de conducción es bajo debido a las condiciones de las carreteras, que no nos permiten superar los 80 km/h de media, por lo que el viaje resulta perfecto y el haber planeado una etapa de 140 km.

La noche cae sobre nosotros y mirando el mar, con una caja de cervezas y comida de picoteo, hermanamos nuestras vidas, reímos y repasamos las anécdotas y fotos del día.

El tercer día nos brinda una de las mejores vistas del viaje. Junto con Ketan y Shekhoo hacemos una escapada para intentar llegar con las motos hasta el borde de un acanti­lado; aunque nos resulta imposible sobre ruedas, usamos nuestra propia propulsión para acercarnos a disfrutar de las vistas de una playa virgen de más de siete kilómetros. Los minutos que nos quedamos embobados mirando el mar no tienen precio.

El viaje continúa muy pegado a la costa. Tenemos que coger dos ferrys que llegan cargados de coches y pequeñas furgo­netas. Aún no hemos encontrado a nadie que baje por los mismos caminos que nosotros a la Rider Manía, lo que nos hace sentirnos todavía más auténticos. Es increíble la belle­za del paisaje, con inmensos ríos que se juntan con el mar, embarcaciones de madera que marisquean y pescan en su cauce, las palmeras que llegan hasta el borde de la tierra…

Tras 110 km de moto llegamos a uno de los mejores lugares en los que hemos estado, la playa de Malvan. El premio esta vez es una mesa llena de picante comida y unas horas bajo la luz de las estrellas con los pies en la arena que Parakram, el perfecto anfitrión, ameniza con sus historias. El intercambio de fotografías y anécdotas nos reúne aún más en torno a la mítica Royal Enfield.

Despertamos con el ánimo por las nubes, hoy mismo lle­gamos a nuestro destino, la playa de Vagator, en una de las partes más conocidas y bellas de India, Goa. La Rider Manía tiene lugar este año en Hilltop-Vagator, y nos separan 105 km de este alegre punto.

En el camino rodamos adelantándonos unos a otros, vigilan­do nuestros retrovisores, somos un gran grupo de diferen­tes personas unidas por la pasión del equilibrio. Me siento como uno más, no hay ningún problema.

Las paradas para hacer fotos se suceden, tenemos todo el día por delante y, en realidad, ninguno queremos que acabe, aunque deseamos llegar a nuestro destino.  Esta vez el cruce de uno de los ríos es compartido con otros riders que llegan de diferentes partes de la India en sus Royal Enfield; todos, excitados por llegar a la meta, reímos y disfrutamos aún más de estas últimas horas, de los últimos kilómetros juntos.

Vacas en la carretera y mucha gente en los pueblos que cruzamos hacen que, junto con el color increíble de los saris de las mujeres, nunca me olvide de donde estoy rodando. Algo más tarde del mediodía llegamos al parking de la Rider Manía. Abrazos, palmadas y alguna lágrima de emoción por mi parte. Hemos llegado, pero lo mejor de todo es que nunca olvidaremos estos cuatro días en los que nos hemos conocido.

Conducir una Royal Enfield en India ha resultado una expe­riencia que nunca voy a olvidar, pero conocer a riders de una cultura tan diferente y saber que al final nos une lo mismo es algo que me llevo en el corazón. Continuará…

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