Triumph Thunderbird LT/Commander: Fish & chips en el país de la hamburguesa

La firma de Hinckley ha estado probando suerte en el mercado norteamericano de las cruiser de gran cilindrada desde el debut del Thunderbird en 2009, pero en sus enfrentamientos con las potentes V-twin locales de Harley-Davidson, las bicilíndricas en paralelo británicas son como una turista empeci-nada en remodelar las vastas playas de California con un cubo y la pala.

La Thunderbird LT –siglas de Light Tourer (Tourer Ligera)– y su hermana naked, la Commander, son la prueba de que Triumph no se da por vencida. La firma ha redoblado esfuerzos con el objetivo de recuperar los días de gloria y éxitos de ventas vividos en Estados Unidos durante la década de los 60 (en tiempos de la planta de Meriden). Triumph vuelve al ataque con un par de modelos nuevos específicamente dirigidos a dos nichos concretos del segmento cruiser.

De las dos Thunderbird, la que más llama la atención es la LT, que tiene más accesorios de serie: pantalla casi vertical, neumáticos de perfil blanco, alforjas de cuero con hebillas y numerosos componentes cromados. Son accesorios típicos que casan con lo que suelen buscar los usuarios de motos cruiser. Casi ayudan a pasar por alto el hecho de que esos dos grandes cilindros están dis-puestos en paralelo (en lugar de estar calados en V a 45 grados, como los cilindros de la Road King Classic, la reina de un segmento dominado por la nostalgia, donde la Thunderbird quiere pisar con pie firme y descaro).

Su bicilíndrico en línea transversal cubica 1.699 cc –LC, DOHC, 8V, IE–, procede de la Thunderbird Storm y ofrece 93 CV con una curva de par más plana. Tiene menos potencia pero más par, ideal para una cruiser, para moverse con soltura sin remar con el cambio. El desarrollo del chasis tubular de acero también tuvo como objetivo mejorar la manejabilidad y que no se notasen los kilos de acero y cromo –380 kilos–, sin mermar el confort. Es 14 mm más larga que la T-Bird, monta amortiguadores Showa con muelles progresivos y su asiento –a 700 mm– es muy acolchado y con un soporte lumbar de espuma de tres densidades diferentes.

Comencé a rodar con ella por una autopista al noreste de San Diego bien acomodado tras el ancho manillar elevado de una pieza y mirando por encima del parabrisas, casi vertical. La pantalla ofrece una muy buena protección del viento y lo desvía por encima de mi cabeza.

La gran bicilíndrica de Triumph tiene un motor muy flexible y notablemente refinado. El cigüeñal –calado a 270 grados– aporta buena aceleración desde muy bajas revoluciones y da la sensación de rodar sobre una cruiser pensada para muy largos recorridos. Su carácter tranquilo se ve reforzado por las relaciones de marcha largas, que permiten rodar a 100 km/h en sexta con menos de 2.500 rpm –llega a los 185 km/h–. El motor genera un rugido ligeramente gutural, aunque sin llegar al típico pa-ta-ta-pa-ta-ta de las grandes cruiser.

El manejo es muy bueno, mezcla de una estabilidad sólida y una dirección ligera y neutra. En las carreteras reviradas al este de Julian, la LT me permite entrar en los virajes con facilidad a pesar de su volumen y su peso. Triumph demostró que iba en serio con su idea de crear una parte ciclo especial para las LT: después de descubrir que ninguna empresa de neumáticos creaba radiales con perfil blanco, la marca se alió con Avon para desarrollar esas gruesas gomas de 16” que tan bien complementan su pintura bitono. En curvas, los estribos rascan el asfalto mucho antes de que las gomas lleguen a sus límites de adherencia, y la frenada es muy eficiente, gracias a las pinzas delanteras Nissin con cuatro pistones y ABS de serie.

El chasis LT impresiona por su confort: la calidad de marcha es extraordinariamente afelpada gracias a los amortiguadores progresivos. La almohadilla lumbar del asiento realmente funciona y aporta una sujeción adicional muy útil. El pasajero cuenta con un asiento generoso, plataformas reposapiés y respaldo, de modo que debería estar bastante feliz durante los 300 km de autonomía que podemos esperar del depósito de 22 litros (la Triumph tiene consumos por debajo de los 7 litros a los 100 km).

En resumen, la Thunderbird LT es una moto respetablemente rápida, de buen manejo, atractiva (aunque no particularmente original) y confortable. También ofrece una versatilidad que puede resultar útil. La pantalla puede desmontarse en cuestión de segundos. Las alforjas, que incorporan bolsas interiores y una toma de 12V, se desatornillan fácilmente junto a los soportes, te dejan la cruiser totalmente desnuda y limpia de anclajes para disfrutar de trayectos cortos y salidas de medio día. La larga lista de accesorios incluye defensas, reposapiés tipo highway (altos y avanzados, montados en las defensas), parrillas portaequipajes y numerosos componentes cromados.

La actitud decidida de Triumph para conquistar Estados Unidos queda demostrada por un precio más competitivo que el de sus rivales –entre ellas la Road King Classic– en la mayoría de los mercados. La LT no volverá a situar las ventas de Triumph en Norteamérica en los niveles que alcanzaron hace más de medio siglo –durante el apogeo de las cabinas rojas y los autobuses de dos pisos–, pero es la demostración de que el ataque de Gran Bretaña al mercado cruiser de Estados Unidos va finalmente en serio.

 

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