Triumph Thruxton R: Modern classic

Por qué será que después de más de medio siglo todavía apreciamos el estilo de las motos de esas esplendorosas épocas, y no me refiero solo a las generaciones que nacimos en esa época o vivimos esos momentos, me refiero a las nuevas generaciones de jóvenes que les encanta tener estilo, diferenciarse de lo vulgar, de lo masivo.

En esta última década, los rincones de los garajes han sido el lugar más visi­tado de muchos jóvenes con intención de recuperar viejas glorias de sus pa­dres o abuelos. Algunas marcas, como Triumph, nunca han enterrado la idea de fabricar réplicas o evoluciones de modelos de antaño, y en una explosión de nostalgia, el mercado mutó para volcarse a conducir motos de leyenda, resucitar iconos y primar el estilo frente al rendimiento. Algunas razones han sido la restricción de las leyes de tráfico, la masificación o la superproducción.

Los primeros modelos recuperados, Bonneville, Thruxton o Scrambler, han sido el segundo peldaño para llegar a esta última generación vintage donde la efectividad de la conducción ha aumentado e igualado la imagen de calidad y personalidad. La nueva Thruxton R es la máxima expresión de esta nueva gama de naked clásicas, donde lo que destaca, además de la elegancia, es el equipamiento y la deportividad.

Conociendo el excelente comportamiento dinámico de las motos deportivas que Triumph ha estado lanzando estos últimos años, me refiero a las Daytona 675, Speed Triple o Street Triple, estamos seguros de que la nueva Thruxton R no será menos, por lo que podemos adivinar cómo será de excitante su conducción.

Dejando de lado todos los detalles de diseño retro como el tapón del de­pósito, retrovisores, luces, escapes, intermitentes, las llantas de radios o los guardabarros, fijémonos en las suspensiones y los frenos. Son los mismos que puede montar una moto superdeportiva moderna del más alto nivel, por tanto, es una gran pista a la que tenemos que prestar la máxima atención, ya que son la causa de las buenas maneras de su pilotaje. Obviamente también influye mu­cho la posición de conducción, que la Thruxton R consigue trasladar al piloto, y de la que es responsable la posición de los estribos, la altura del asiento, la distancia hasta los semimanillares y la forma muy ergonómica del depósito.

Sobre la moto, el conjunto se ve minúsculo, estrecho, todo al alcance. Mane­tas y palancas están muy bien posicionadas y hay escasas cosas que desen­tonen. Una de las pocas cosas que necesitan una revisión es la posición del cuadro de instrumentos –de doble esfera analógica con pequeñas pantallas LCD–, que, pese a estar diseñada con el más fino detalle, tiene una posición demasiado horizontal y, cuando incide la luz del sol, hay muchos reflejos.

La información ofrecida es bastante completa: destacan las pantallitas digitales, donde podéis ver la autonomía real, la velocidad insertada, nivel de combus­tible, alerta de revisiones, odómetros, o conectar y desconectar los distintos niveles de ABS o TCC. Sí, la Thruxton R lleva control de tracción y también tiene modos de conducción Road, Rain y Sport. Acceder a ellos es fácil: desde el botón Mode de la piña del manillar izquierdo van desfilando por la pantalla y su elección es instantánea. Eso sí, siempre en parado y, cuando se desco­necta la llave de contacto, se autoconecta de nuevo por defecto el control de tracción, si se había desconectado, y el modo Road es el modo por defecto.

Normalmente una moto de estas características suele ser pesada, pero la Thruxton R rebaja la cifra hasta los 203 kg, una cota difícil de imaginar en otros tiempos. Me sorprendieron detalles como las manetas regulables de freno y embrague, la bomba de freno radial y su depósito separado, o los led (daylight running lights, DRL) que incorpora dentro de la parábola del faro circular de corte clásico.

Ver los diales de ajuste en la parte superior de la horquilla Showa Big Piston Fork de 43 mm de última generación, incrustados en una pletina de aluminio pulido, de formas redondeadas y de corte vintage, es una imagen que me deja en shock. Me imagino un tipo de los 60, un pionero de las café racer de la Inglaterra del siglo pasado; se volvería loco de contento, no solo por llevar tecnología de ciencia ficción, sino que vencería a todos sus rivales sin despei­narse el tupé en esos piques legendarios.

El aspecto voluminoso de los cárteres pulidos del nuevo motor esconde muchos secretos. Tras los brillos del aluminio se esconde un bicilíndrico twin refrigerado por líquido de 1.200 cc y 8 válvulas capaz de desarrollar 97 CV. Hay dos componentes que sorprenden, pensando en el aspecto clásico de la Thruxton: el embrague es antirrebote y los falsos carburadores son en realidad una inyección electrónica multipunto en toda regla.

La caja de cambios de 6 velocidades más el par motor de 112 Nm a 4.950 rpm proporciona una acele­ración asombrosa. Si sumamos todas las cualidades del chasis con las virtudes del motor y nos vendamos los ojos para no saber a qué moto nos subimos, sería difícil adivinar que estamos conduciendo una moto con esta apariencia.

Normalmente cuando voy a pilotar una moto me equipo con lo de siempre, el mono o la chaqueta correspondiente más o menos acorde con la moto que voy a probar. En esta ocasión busqué en el armario para vestir lo más rock&roll posible. Cuando vas vestido de algo, hay que creérselo, y la verdad es que la moto se lo merecía. En la memoria guardaba las sensaciones de las anteriores Bonny y Scrambler, y estaba convencido de que esta Thruxton sería algo parecido.

Al sentir el motor en marcha ya noté que lo que se avecinaba prometía al menos nuevas sensaciones y era distinto de lo que erróneamente había imaginado. Sobre la moto, contando que un servidor es de tamaño re­ducido, me vi en situación de controlar el volumen en todo momento. La moví en parado fácilmente y, comparada con modelos anteriores, el culo lo tenía más alto. Salí de la ciudad puesto en el papel de outsider, este detalle es más importante de lo que parece.

Conducir una moto siempre es especial, pero una moto con estilo hay que sacarla en los momentos más señalados, dejar todos los problemas atrás y sentirse fusionado con ella para disfrutar más del momento. Algunos kilómetros más tarde, notaba que el aire se apartaba a mi paso. Gracias a la buena puesta a punto del chasis, no me costaba nada diri­girla, las rodillas encajaban perfectamente en los espacios del gran depósito, lo que facilitaba la direccionalidad. El motor era rotundo, sobre todo en las tres primeras velocidades. No es una moto para ir a toda mecha, por tanto, el desarrollo está muy bien resuelto, y en marchas largas recupera muy bien y se estira lo suficiente para obtener una velocidad nada despreciable.

En la zona de curvas es donde se disfruta más de esta moto. Se comporta mejor que muchas motos de aspecto más contemporáneo; de hecho, si le sacamos la carrocería y los brillos, es una moto moderna y, por tanto, se com­porta como tal. Se puede frenar con intensidad, tarde, con tacto; recordad que lleva ABS y sin perder feeling y estabilidad.

A través del botón Info de la piña izquierda accedí al desconectador del TCC, ya que, al salir de algunas curvas cerradas con buena aceleración y hacer el amago de levantarse, el TCC me cortaba el rollo al bajarme la rueda delantera bruscamente. Al desconectarlo, todo fluyó con más naturalidad, ya que se puede llevar de manera muy deportiva, saliendo incluso de algunas curvas levantando rueda. Si eres un buen conductor, solo te recomiendo el TCC cuando el asfalto patine mucho o en caso de lluvia.

La estabilidad y paso por curva de esta neoclásica es increíble. Lo cierto es que el límite me lo puso la indumentaria. Mi mentalidad estaba parcialmente equivocada, ¿tendría que haberme puesto el mono vintage con las deslizaderas? Viendo lo que estaba sucediendo, lo más probable es que sí. Si llega a ser así, más de un espectador circunstancial habría flipado. Lo cierto es que esta moto, además de poder usarla como icono especial, la puedes usar todos los días sin problemas.

Las preparaciones café racer de la época no eran de lo más fiable, ya que solo buscaban ser rápidas sin importar la fiabilidad. Ahora todo ha cambiado, no podemos hacer carreras pero tampoco se rompen. Seguramente en esa época además de un ruido de mil demonios las vibraciones formaban parte del reto de llegar vivo al bar. Con la nueva Thruxton R todo se desenvuelve con una finura extrema; el cambio, el embrague, el puño del gas; llegar al bar de moda es un momento importante, elegante, con sonido, limpio y sin despeinarse. No sé si es lo que buscabas, pero la Thruxton R es así. Una clásica moderna y actual.

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