Suzuki SV 650: Retorno al origen

Quizás no muchos lo re­cuerden, pero fue a fi­nales del siglo pasado cuando Suzuki lanzó al mercado su primera SV 650, una naked que significaba un soplo de aire fresco en una categoría que, en su mayoría, estaba dominada por aquel entonces por los motores tetracilíndricos en línea. Su carácter enseguida cautivó a muchos, la brillante entrega a bajo y medio régimen, el empuje típico de los V-twin y el particular sonido llegaron a ser muy preciados, en especial por pertenecer a un tipo de motocicletas que por lo general acaban sirviendo a su propietario para prácticamente todo. Al mismo tiem­po, las SV 650 disfrutaban de ese plus de deportividad frente a las Suzuki Bandit de la época, con las que compartían concesionario y que estaban algo limitadas por los pesados y voluminosos cuatro cilindros con sistema de refrigeración SACS.

Las SV siempre han funcionado muy bien en ventas; la polivalen­cia, fiabilidad y personalidad fue su carta de presentación en todas y cada una de las versiones que fueron apareciendo hasta 2009, cuando fue sustituida por la Suzuki Gladius 650. La existencia de la SFV 650 ha estado repleta de luces y sombras, siempre fue una excelente urbana, perfecta para usuarios con carnet A2 o como moto de diario para desplazarse dentro de los núcleos urbanos, pero algo limitada a la hora de salir a carretera en busca de un mejor escenario donde exprimir su discreta faceta deportiva.

Puede que en época de crisis una moto como la Gladius tenga su cabida, pero ahora, cuando parece que el mercado repunta y los usuarios quieren que sus futuras monturas sean algo más que un simple y económico medio de transporte, modelos como la SV 650 vuelven a cobrar sentido. Todo el sentido, porque nuestra invitada vuelve a ser capaz de compaginar ambas facetas de una forma extraordinaria. He tenido la oportunidad de hablar con muchas personas que la han podido probar, algunas de ellas probadores de esta misma revista, y es sorprendente observar cómo cada uno de ellos siempre encontraba un argumento a su medida.

Mientras que a unos les gustaba la facilidad de manejo, el reducido consumo medio o lo práctica que es en ciudad, otros, sin dejar de reconocer el valor de lo antes mencionado, preferían alabar que, a pesar de ser una moto utilitaria, en carretera, se comporta de forma desenfadada en conducción deportiva. Desde el punto de vista del que suscribe, doy fe de todos los argumentos nombrados hasta el momento: la nueva SV es todo eso y más, yo he sido de esos pocos que siempre han defendido la funcionalidad de la Gladius, pero he de reconocer que nuestra invitada da un importante salto cualitativo en todas las facetas.

Uno de los aspectos que más despista cuando te paras a mirar con detalle la nueva SV 650 es su extrema sencillez, una simplicidad que podremos observar en aspectos como la calidad de acabados, el diseño o el equipa­miento. Lejos de ser un problema, ser una moto sin demasiados ornamentos ni lujos la convierte, por otro lado, en una montura de apariencia robusta; cierto es que no es especialmente grande, de hecho, su estrechez siempre ha sido una de sus señas de identidad, algo que debe a la configuración en V de su motor. Ser sencilla tampoco significa estar mal resuelta, a decir verdad es una moto bien rematada, lo que puede apreciarse en detalles como el cableado, puntos de unión entre las fibras, juntas o calidad de algunas piezas.

En el apartado del equipamiento, como se suele decir, dispone de lo justo y necesario; al contrario que en sus antepasadas, la nueva SV es una moto del siglo XXI y como tal dispone de algunas modernidades que, por otro lado, nos parecen pocas teniendo en cuenta el estándar actual. Uno de los detalles más destacables es su cuadro de instrumentos, completamente digital y con cantidad de información –entre la que destaca el indicador de marcha o los diversos consumos ofrecidos–, que, a pesar de estar todos bastante juntos, tampoco interfieren mucho en la visión.

La verdad es que sus creadores no se han esforzado excesivamente al diseñar la parte anterior. En un alarde de clasicismo, la SV monta en su frontal el faro redondo de toda la vida que, aun gozando de unas buenas prestaciones, no tiene mucho sentido en una moto de diseño moderno. Por suerte, lo mejor lo han dejado para el final o, en este caso, para la parte posterior, pues el piloto trasero formado por los tan de moda diodos leds rematan su afilado y estrecho colín de forma muy acertada.

Está claro que el equipamiento de serie no es el punto fuerte de la SV, sin lugar a dudas será su comportamiento el argumento que te haga decidir por ella. La más destacable de sus virtudes dinámicas es la agilidad extrema y la facilidad de manejo; el tacto del motor en V, que responde a la más mínima orden del acelerador, es una gozada. Gracias a sistemas como el Low RPM Assist, las arrancadas son sencillísimas, y, aunque hemos llegado a calar el motor a propósito, será complicado que lo hagamos en un uso normal.

El motor es muy agradable y útil, tiene un par considerable y por su excelente capacidad de tracción da la sensación de que avanzamos muchísimo a cada pistonada que da. Algo muy de agradecer es que, a pesar de comportarse de forma impecable a bajo y medio régimen como es habitual en los V-twin, la SV 650 tiene una pequeña patada arriba que es la clave para que disfrute­mos tanto de su uso por carretera de curvas. Por si fuera poco, el gasto que exige para funcionar tampoco es demasiado alto; de hecho, en conducción mixta en ciudad y carretera y a ritmo normal es fácil que se conforme con 4,1 o 4,3 litros a los 100 km.

Algo que particularmente me agrada es que, con el tiempo, este incom­bustible propulsor se ha ido dulcificando de forma sorprendente incluso a régimen máximo, lo que también ayuda a sentirse a gusto y a circular con comodidad. Todos los mandos funcionan con una suavidad exquisita, la leva del embrague es pura mantequilla y el cambio, prácticamente insonoro, goza de una gran precisión. Gracias a ello se puede conducir todo el día sin can­sarse, solo su asiento, un poco duro y estrecho por la parte donde se une al depósito, nos aconseja hacer alguna que otra parada cuando llevamos cierto número de kilómetros.

Ergonómicamente es muy clásica pero acogedora; de hecho, su posición de conducción es muy natural para que en poco tiempo nos sintamos como en casa. Todo el cuerpo se mantiene en una postura cómoda, con las arti­culaciones poco flexionadas, brazos y piernas bien reposados y la espalda ligeramente inclinada sobre el manillar que, por supuesto, es de doble altura para no cansar demasiado.

Posiblemente, uno de los grandes logros de esta SV 650 sea su apartado de suspensión. En motos de categoría media es un detalle que en ocasiones no se cuida demasiado, muchos fabricantes optan por soluciones baratas y económicas, lo que acaba repercutiendo negativamente en el comporta­miento de la moto. Lo más frecuente es encontrarse con una moto blanda y poco estable, pero Suzuki, consciente de ello, ha equipado su SV con unas suspensiones que, si bien es cierto que tecnológicamente no son nada del otro mundo, internamente se ha trabajado en ellas para que se diferencien de la mayoría por un tarado de serie más compensado.

En esta ocasión, Suzuki ha optado por un comportamiento equilibrado que refuerce su filosofía de moto todo uso, para ello mantiene su confianza en muchos de los elementos ya vistos en la Gladius, pero revisados para ajustarse a las nuevas especificaciones de la SV 650.

Como era de esperar, el bastidor que soporta todo el conjunto continúa siendo el multitubular de acero tipo Trellis de siempre que, como ya hemos dicho, recibe unas suspensiones revisadas para en conjunto ofrecer un comportamiento que se adapte a cualquier circunstancia y terreno.

En el caso de la horquilla se halla un dispositivo con una compresión suave aunque consistente y una buena retención que la sujeta en los tramos en peor estado. En frenadas fuertes hay que ser muy brusco para llegar a su límite, además, tarda en descomponerse, por lo que siempre disfrutaremos de un control total sobre la rueda delantera. El amortiguador –regulable en 6 puntos de precarga– es muy progresivo y más suave de respuesta, ya que comprime algo más rápido que la horquilla, lo que suaviza las reacciones y nos proporciona un buen grado de confort sin interferir en el buen compor­tamiento del eje posterior.

El paso por curva de la SV es rápido y también es una moto muy veloz entrando en el viraje, por lo que se les exige a las suspensiones un plus que, todo sea dicho, no dudan en ofrecer. Llevadas al límite, obviamente exhiben ciertas carencias, un detalle poco relevante, pues como ya hemos dicho, su comportamiento va mucho más del esperado en una moto de su categoría.

Todo en ella demuestra un bien rendimiento. Frenando, por ejemplo, no es en absoluto una moto radical; de hecho, a veces se echa en falta un poco más de mordiente en el eje anterior, pero ello no le impide garantizar a su propietario un buen control sobre el sistema de frenos que, en la versión que pudimos probar, contaba con la inestimable ayuda de un ABS fabricado por Nissin. Este, en la mayoría de las ocasiones pasó francamente desapercibi­do, algo que no sucedía en sus predecesoras, que contaban con versiones muy poco evolucionadas de este sistema antibloqueo de frenos.

Globalmente la SV 650 es una moto muy a tener en cuenta si lo que buscamos es una utilitaria de fácil manejo y económico mantenimiento. Es una de las candidatas favoritas porque además de su funcionalidad es una moto con la que también nos podremos divertir sin excesivas limitaciones. El modelo probado, con ABS, tiene un precio de 6.699 euros, lo que la sitúa en competencia directa con los grandes pesos pesados de la categoría que, esta vez sí, van a tener en la nueva naked de Suzuki una dura rival a batir.

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