¿Solo es una moto?

Solo es una moto y, por eso, aunque mañana no le guiñe un ojo al bajar al garaje, dicen que no debo estar triste, porque solo es una moto, y por ello es absurdo que le ponga un nombre y la eche de menos, pero es que ellos no entienden que llegó a mi vida una luminosa tarde de abril, y que al verla llegar y aun sin saberlo, dijera: “Por ahí llega mí futura moto”, ellos no entienden que aunque muchos dijeran que no podrías, tú supieras que sí lo harías, ellos no tienen ni idea de los días que comenzaban grises al cerrar tu casco, de las lágrimas tantas veces contenidas que acababan en luminosas sonrisas al cabo de un rato de cielo y asfalto las dos solas.

Dicen que avanzar es bueno, que dejar ir es bueno, que evolucionar es bueno, ¿alguien sabe decirme realmente por qué?, supongo que son palabras aprendidas que pretenden aliviar los cambios, cambios que a veces aterran, porque aquello que nos rodea: los recuerdos, los objetos y las personas que atesoramos nos dan cobijo y calor, pero ellos no lo saben, ellos no logran entender que esas cosas valiosas no en euros sino en vida nos definen, nos dan carisma y seguridad, que algunas cosas como esa simple moto llegan en el momento más dulce o más triste de una relación, que se compran para despedir una etapa, que, en mi caso, paradojas de la vida, nunca llegó. Tropiezos y caídas físicas, arrastrones sentimentales, metafóricos y no tanto, la moto y la piloto hechas pedazos, paciencia, amor y pieza a pieza, nos volvimos a levantar, aunque tú, pobre infeliz, repitas: “Es solo una moto”. Y, lo que ocurre es que donde tú afirmas: “Es solo un perro, es solo un hombre, o es solo amigo”, yo solo veo frialdad y pobreza en tu alma, porque ese perro, esa moto, ese amigo, son un pedazo enorme de ese pastel que es mi vida, porque esas pérdidas a algunos nos dejan al desnudo y sin asideros, porque a veces aquello que se marcha no es solo un perro o una moto o un amigo, sino un refugio al que volver cuando todo lo demás falla.

Retazos de vidas, anécdotas mil veces escuchadas, viajes, sonrisas y amigos que nos dan calor en un momento en que lo carente de humanidad no es ese amasijo de hierros o pelos, sino las personas sin alma que nunca fueron capaces de hacer un poco el ridículo y dar nombre a los objetos inanimados, reír hasta el dolor de barriga, o llorar a sus mascotas.

Aquello que amamos permanece, aquello que añoramos resulta tan necesario como el respirar. Del mismo modo que hay fechas que no olvidamos, hay montones de chatarra o pelos que no podemos dejar ir, porque sería como abandonarnos a nosotros mismos.

Pero, olvídate, solo es una moto... o tal vez no.

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