Seguridad y medioambiente: Política versus realidad

Seguridad y medioambiente: Política versus realidad

La política sigue unas reglas e intereses que en muchos casos discurren por caminos muy alejados de la realidad del ciudadano de a pie. En este caso hablaremos de lo que respecta a seguridad y medioambiente.

Las exigencias que plantean al resignado contribuyente a menudo distan bastante de las posibilidades reales de llevarse a cabo de la manera y en los plazos que los sufridos padres de la patria han orquestado en sus privilegiadas mentes.

La premisa del político es dar la sensación de que se hace algo, de que se trabaja en pro del bienestar común, de que se actúa con decisión y criterio. Y eso da lugar a utopías electoralistas, a gestos grandilocuentes de cara a la galería y a gestos vacíos de contenido, pero de apariencia efectista.

Lo malo de todo este asunto es que el resultado final de todas esas maniobras político-administrativas hemos de sufrirlo nosotros. Y así nos va.

Sin ir más lejos los próceres de la Unión Europea no cesan en su empeño por cuidar el planeta y cada vez más aprietan con sus exigencias ambientales.

La Comisión Europea publicó el pasado julio su programa “Fit for 55” – se refiere a alcanzar un 55% menos de emisiones hasta 2030 – que pretende reducir entre un 60% y un 90% las emisiones de CO2 de los vehículos a motor.

Eso está muy bien. Además, también proponen como solución a ese drástico cambio de movilidad una transición al vehículo eléctrico. Genial. Son muy limpios y ecológicos ellos.

¿Y los puntos de recarga?

Sin embargo, me pregunto si se han parado a pensar que ese supuesto parque de vehículos eléctricos necesitará una serie de puntos de recarga, a imagen y semejanza de la actual red de gasolineras que nutre a los contaminantes cacharrros de combustión.

Pues la realidad parece decirnos que mucho, lo que se dice mucho, no lo han pensado, no. Según varios informes, de los 27 países que forman la UE, 10 no disponen de un cargador por cada 100 km… y ya sabemos lo que dura una carga media de un vehículo eléctrico.

En España 1,1 cargadores cada 100 km.

Y hay otros países en que esa distancia va más allá de los 250 km. ¡Casi ná!

Un claro déficit en infraestructuras.

Por otra parte, el parque eléctrico de vehículos es ridículo a estas alturas y de todos es conocido el notorio desapego por el voltio que experimenta la mayoría de la ciudadanía. Una frialdad provocada precisamente por el salto al vacío que supone viajar con un vehículo de esa naturaleza a día de hoy (salvo contadas excepciones) y por otra parte, por sus todavía prohibitivos precios en comparación al coche o la moto de toda la vida.

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¡Cómo nos cuidan!

En otro orden, hace apenas unos días se presentó el estudio PIONEERS (Protective Innovations Of New Equipment for Enhanced Rider) sobre cómo mejorar la seguridad de los motoristas.

En el marco de ese proyecto se estudia y propone la implantación o mejora de soluciones para la protección del motorista.

Eso está muy, pero que muy bien. Sin embargo, planea sobre esa iniciativa un aire, un tufillo, de globo sonda sobre futuras obligaciones? para el colectivo de las dos ruedas. Una pista es la presencia del director de la DGT, Pere Navarro, en su presentación y las declaraciones sobre el particular: “la moto es el único (medio de transporte) que desde 2014 cada año registra más fallecidos que el anterior”. Y ya sabemos el cariño que profesa el señor Navarro por la moto…

Las ideas propuestas no son malas, al contrario, en casi todos los casos son muy de agradecer. Pero adolecen de un ligero defecto, el precio. Airbags, sistemas automáticos de frenado, protectores de piernas, botas mejoradas… son elementos que reduciría o evitarían graves secuelas en caso de accidente, pero que en su fase actual de desarrollo se alejan de una gran parte de los bolsillos moteros.

Por el momento nadie nos obliga a comulgar con ellas y esperemos que siga así, aunque mucho me temo que eso dependerá más de intereses políticos que de realidades planteadas por los interesados o el propio mercado.

Recordemos que no hace mucho una encuesta de la Asociación Mutua Motera (AMM) dejaba claro que el 65,5% d ellos moteros era contrario al uso obligatorio del airbag.

Con el tiempo, el desarrollo de este tipo de dispositivos de seguridad alcanzará su madurez y probablemente estarán al alcance de la mayoría, mientras tanto, querer acelerar esa evolución natural soló responderá a intereses de carácter político.

Y ya sabemos dónde nos lleva la política, ese “arte o traza con que se conduce un asunto o se emplean los medios para alcanzar un fin determinado”.

Seguridad y medioambiente... ¿son compatibles?

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