Santi Herrero, la fulgurante estrella que se apagó demasiado deprisa

Santi Herrero, la fulgurante estrella que se apagó demasiado deprisa

Aquel peligroso TT que Santi adoraba, aquella fatídica milla 13… Ellos fueron los protagonistas de la prematura bajada del telón de una obra que empezó siendo realmente apasionante: la de la vida y erupción de Santiago Herrero.

Seguramente los más jóvenes no hayan oído hablar de este madrileño rubio y atractivo, un James Hunt a la española, que además era un excelente mecánico.

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El joven Herrero empezó a competir con una Derbi y luego una Bultaco, hasta que Luís Bejarano, el propietario de la desaparecida Lube, vio que aquel joven tenía mucho talento y lo fichó para correr en el CEV de 125 c.c. Con la Lube, Santi fue tercero en 1964 y segundo en 1965, hasta el cierre de la fábrica vasca.

Afincado entonces en Barakaldo, el madrileño abrió un taller en Bilbao y se compró una Bultaco para poder seguir compitiendo. Su calidad no pasó desapercibida para Eduard Giró, el ingeniero autor de la innovadora Ossa 250 monocasco con válvula rotativa. Juntos ganaron el Campeonato de España de 250 en 1967.

Era hora ya de ir a por objetivos más ambiciosos.

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El Mundial de 250

Con aquella monocilíndrica refrigerada por aire, Santi Herrero, Eduard Giró y el equipo Ossa se lanzaron a la aventura del Mundial de 250 c.c. en 1968. A pesar de que las Yamaha bicilíndricas oficiales le sacaban unos 20 CV de potencia, la ágil y estable Ossa monocasco y la habilidad de Santi les llevaron al 7º puesto al final del campeonato. Nada mal…

Al año siguiente (1969), Herrero compitió simultáneamente en 50 c.c., con Derbi, y en 250 c.c. con Ossa. Con ésta llegó a la última carrera de la temporada, el GP de Yugoslavia, a un solo punto del líder, el sueco Kent Andersson. El de Ossa lideró la carrera hasta que el motor de su monocilíndrica dijo ‘basta’, finalizando el campeonato en tercera posición.

Aquel fatídico 8 de junio de 1970

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1970 empezó bien para Herrero y Ossa: a pesar de retirarse en la primera carrera (Alemania), fueron segundos en Francia y primeros en Yugoslavia.

La cuarta prueba era el Tourist Trophy de la Isla de Man, entonces puntuable para el Mundial, una carrera que le gustaba al madrileño. No en vano, el año anterior Santi había finalizado tercero en la Isla.

El español de Ossa arrancó fuerte y tuvo una ligera caída en Braddan Bridge. Lejos de darlo todo por perdido, levantó su moto y salió a recuperar puestos como un poseso, hasta alcanzar a Stanley Woods, que marchaba en tercera posición.

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Llegaron juntos a Kirk Michael y luego, hasta la rápida doble de izquierda de la milla 13. Allí la Ossa resbaló, al parecer sobre alquitrán blando, y Herrero se fue al suelo a unos 170 km/h, siendo arrollado por Woods, que no pudo esquivarlo. Ambos quedaron inconscientes en el suelo, el británico con diversas fracturas... pero Santiago se llevó la peor parte, con unas gravísimas lesiones, prácticamente en todo el cuerpo, incluyendo cabeza, columna, extremidades y órganos internos.

Fue trasladado en ambulancia al hospital de Douglas, donde fue operado urgentemente, pero su extrema gravedad lo llevó a la muerte dos días después.

Tras la tragedia, Ossa se retiró del Mundial de Motociclismo y no volvió a competir jamás en un circuito de asfalto.

Su muerte nos privó de ver su nombre escrito con letras de oro en el palmarés del Mundial de Velocidad. Posiblemente, Santi Herrero habría sido el primer español en ganar el título de 250 c.c. y quizás no habría sido su único laurel.

Los que lo conocieron decían que tenía un talento igual o superior al del mismísimo Ángel Nieto. 50 años después, Santi Herrero sigue en el recuerdo de aquellos que lo vieron competir.

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