puntApunta Marruecos 2018 II: El Marruecos esperado

puntApunta Marruecos 2018 II: El Marruecos esperado

Tras una primera mitad de la aventura marcada por intensas lluvias, temporales de nieve y mucho frío, llegamos a la puerta del desierto y nos encontramos con los pedregales, la arena y las dunas de Merzouga. Comienza el segundo episodio del puntApunta Marrucos 2018, que nos lleva al Marruecos que deseábamos ver desde el primer momento.

Si la primera parte del puntApunta tuvo una climatología especial, que nos dejó los paisajes por los que transitábamos de un modo muy distinto al que solemos imaginar en un viaje de aventura por Marruecos, la segunda mitad fue mucho más convencional en ese aspecto.

El 31 de octubre, miércoles, partimos del hotel Xaluca Dadès con destino a un lugar muy pero que muy especial, el BMW Camp, donde haríamos noche en vivacs o jaimas a los pies de las dunas de Erg Chebbi.

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Pero vamos por pasos: lo primero fue un pequeño recordatorio por parte de toni, el “dire” de todos los puntApunta, de cómo debemos afrontar la arena, algo que requiere una técnica muy especial que solo se aplica en ella, o quizás también al pisar nieve abundante, pero poco más.

El caso es que volvimos a ver esas caras que se les pone a quienes nunca han pasado por ello, de mezcla de nervios e incredulidad, pues buena parte de las instrucciones a dar a la moto son, simple y llanamente, las contrarias a las que te pide la experiencia acumulada a base de muchos miles de kilómetros sobre asfalto.

Resumiéndolo rápidamente: al afrontar arena se debe conseguir que la rueda trasera empuje y la delantera flote, no agarrar jamás fuerte el manillar, retrasar todo el peso del cuerpo tanto como se pueda (si te sientas sobre la mitad posterior del asiento del acompañante, o incluso en la parrilla trasera si es que llegas, pues mejor, pero sin dejar descansar el peso de tu cuerpo) y... ¡ni cortar el gas, ni tocar jamás el freno delantero!

Con ello se busca que la rueda delantera apenas pese y la trasera pueda ir empujando. Superar una velocidad mínima en segunda o tercera marcha (la primera ahí no sirve para nada) hace que la rueda delantera de las GS deje de oscilar en amplios abanicos y empiece a apuntar más o menos hacia delante. Con los pies le dices a la moto hacia qué lado quieres que empiece a girar, y... ¡suerte!

La verdad es que a todos nos cuesta al principio, pero a base de probar (y de levantar la moto de los lechos de arena algunas veces, no nos vamos a engañar), llega un momento en que deja de parecer imposible para parecer solo ser difícil.

A eso se le sucede otro en que deja de ser difícil para empezar a ser divertido, y entonces pasas de ir por las pistas esquivando las pequeñas lenguas de arena a irlas buscando, porque surcarlas con velocidad es sumamente excitante.

Y, por suerte, ese proceso llega gradualmente a medida que la arena va apareciendo diseminada por las pistas de piedra o tierra compacta. Así que cuando llegas a donde hay arena en abundancia, ya tienes un cierto recurso con el que defenderte.

¡En marcha!

Así pues, tras esa charla que dejó a muchos algo inquietos, arrancamos dejando atrás una Dadès en obras, con mucha construcción y pavimentación en marcha, dado que se está invirtiendo mucho en la zona gracias al creciente turismo.

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Tras una hora y poco más sobre asfalto, toca sellar, rebajar las presiones ligeramente y abandonar las carreteras para adentrarnos en la primera pista “seria”, un tramo de unos 40 km que empieza con algo de arena en forma de pequeñas roderas y que se torna en un verdadero pedregal de cantos afilados y traicioneros.

El camino, al inicio, intimida a algunos, y dudar es lo peor que puedes hacer a la hora de cruzar esos pequeños regueros de arena: hay que dejar espacio entre los pilotos, para que el polvo no reste la visibilidad, y poder llevar una velocidad sostenida. No es cuestión de correr, pero una velocidad mínima es imprescindible para que los obstáculos y la arena no nos afecten.

Si hay miedo, la GS parece saberlo y no quiere pasar, pero si confías en ella y dejas que todo fluya, pasa sobre todo sin el menor problema. Esa confianza se gana a base de probar, claro, así que vimos las primeras caídas, sin importancia todas ellas.

Seguimos y nos vamos encontrando con las piedras, cada vez más abundantes, y con los desvíos, que están perfectamente indicados en el road-book, pero que en ocasiones resultan poco visibles porque ha estado lloviendo mucho y han dejado de leerse con facilidad las roderas de los camiones, 4x4 o buggies que suelen frecuentarlos (es zona de entrenamiento para pilotos dakarianos y amantes del motor de todo tipo).

Como quiera que la conducción se ha vuelto muy endurera, y que hay que mirar lejos y dudar poco mientras pilotas de pie, es muy fácil interpretar mal alguna indicación de los parciales. interpreté mal uno de esos desvíos y me acabé metiendo en un campo de piedras de tamaño de sandías que enseguida me hizo pensar que ese no podía ser el recorrido previsto por la organización...

Suerte del Camelbak lleno con dos litros de agua, porque, aun con los 14-15ºC que reinaban en el ambiente, se suda mucho moviendo solo “mi” querida BMW R 1250 GS en esas condiciones hasta poder recular unos 100 metros y encontrar la pista correcta apenas unos metros delante de mí.

Gajes del oficio... Esa pista se va compactando más poco a poco y seguimos pasando las indicaciones del road-book, que nos dejan claro que el rumbo es bueno: un pozo a la derecha, una cabaña a la izquierda... ¡Vamos bien!

Alcanzo un grupo que parece necesitar ayuda, simplemente se ha descolgado un faro auxiliar, así que sacamos un poco de cinta americana y bridas (nunca salgas de casa sin ello...) y seguimos.

Un poco más adelante toca vadear un oued seco a base de bajar, mantener la velocidad y subir a la otra orilla, donde nos espera el 4x4 de Nomah para que sellemos. También están allí el fotógrafo y el operador de vídeo con su dron, esperando ver cómo la gente pasa con mayor o menor gracia y suerte.

La verdad es que en todo momento se vio como las GS de todo tipo y edades de la caravana eran más que aptas para superar eso sin el menor problema, pero también es cierto que hay quien es la primera vez que está llevando a cabo aventuras de una cierta entidad fuera de asfalto con ella.

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Pero todos, poco a poco, fuimos pasando y llegando al último control por una pista dura, abierta y rápida, muy sencilla. De ahí al último CP, el camión de asistencia de Tony y Johnny, quienes echaban una mano con algunos pinchazos o dejaban subir presiones a quienes habían bajado de más, pues regresábamos al asfalto unos cuantos kilómetros, hasta la entrada de Rissani.

En dicha población, con un bello zoco y a la que se accede por una puerta de gran belleza, paramos unos cuantos a comer y/o repostar, para seguir las indicaciones de Toni, el dire, de cara a la última pista de la tarde.

Este sería más arenosa, y acabaría desembocando en la gasolinera de Merzouga, punto de reagrupamiento antes de afrontar las pistas plagadas de bancos de arena que llevarían al campamento.

Desde ahí, dado que corremos el riesgo de quedarnos sin luz, partimos en caravana siguiendo a uno de los coches de la organización. El efecto causado por las más de cincuenta motos y los vehículos de asistencia en fila, dejando los espacios necesarios para ver por el polvo levantado, debía de ser chocante desde fuera.

El caso es que los ríos de arena que cruzamos para llegar al campamento se acabaron cubriendo más deprisa que en el pasado año, concluyendo entre quienes repetían y entre los organizadores que los novatos habían dudado menos con el gas y en consecuencia se habían caído menos veces, por una razón tan simple como que se veía poco a esas alturas de la tarde. ¿Quién dijo miedo? ¡Bravo por todos!

Una noche en las dunas

Tras haber superado la arena de la tarde-noche, llegaba el momento de las asignaciones de las jaimas (son verdaderas habitaciones de hotel de lujo, en las que el suelo está formado por alfombras o pieles y las paredes y techos son de telas, pero con ducha y aseo en cada una) y de pasar a refrescarnos ya sin ropa de moto antes de disfrutar de una espectacular cena amenizada por cánticos bereberes.

La experiencia de salir a medianoche a contemplar el estrellado cielo del sur de Marruecos y de levantarnos pronto para disfrutar de un paseo en dromedario hasta lo alto de las dunas, antes de amanecer, para ver cómo sale el sol por el horizonte y todo empieza a ir cambiando de color, es inenarrable, algo a lo que las fotos tampoco hacen justicia. Si puedes, hazlo algún día.

Dejamos los dromedarios, nos volvemos a vestir de moto y nos hacemos todos, staff y participantes, la obligatoria foto de grupo. Ya con plena luz de día apreciamos bien la magnitud de la aventura: estamos a pie de las grandes dunas, que tienen más de 150 metros de altura. Son colosos, y hemos llegado hasta ellas a lomos de nuestras GS.

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Camino del BMW Camp

Partimos hacia el Xaluca de Erfoud, pero antes hay que sortear de nuevo las lenguas de arena profunda, en la que vemos muchas de las roderas dejadas de la noche anterior.

Es curioso, pero se enganchan en ella muchos de los participantes que la noche anterior han pasado sin mayores problemas. Lo dicho: a veces ver nos causa miedo y reaccionamos mal.

Como quiera que no es más cuestión que acostumbrarse a ello a base de practicar, al final vamos tirando y desembocamos, tras unas pistas duras, en la carretera que nos lleva a Erfoud y a su espectacular y ya más que famoso hotel.

Pasados los trámites de asignación de habitaciones, la tarde es libre para descansar, algo que la mayoría aprovecha para ir a la ciudad vecina al hotel para visitarla y hacer algunas compras.

A la mañana siguiente nos levantamos preparados para otra etapa con sorpresa, pero de la que no tenemos ni idea… Solo sabemos que en el programa están incluidas unas pistas que requieren mucha navegación, tras sortear un par de kilómetros de arena que incluyen un par de ríos secos por atravesar, y que más tarde procederemos a la entrega de la ayuda humanitaria reunida por algunas entidades o empresas colaboradoras, además de todo lo aportado por los propios participantes.

La etapa se inicia y acaba en el Xaluca, así que podemos llevar encima lo mínimo indispensable: documentación y Camelbak. Las maletas se pueden quedar en la habitación, algo siempre deseable si vas a hacer off-road.

Un escenario de película

Es la única pista que se nos habían dado en el briefing previo sobre la gran sorpresa de la jornada: que a lo largo de la ruta íbamos a reconocer el escenario de alguna que otra película supertaquillera.

La etapa exigía comenzar a navegar tras dejar los bancales de arena iniciales a base de seguir rumbo en grados. Unos cuantos compañeros de ruta comenzamos a navegar juntos y vivimos algunos momentos inolvidables orientándonos a base de brújula, de estudiar hacia dónde va el sol y dónde quedan los obstáculos naturales lejanos empleados como apoyo en las viñetas del road-book, sin el apoyo de GPS ni nada por el estilo.

Te llegas a sentir inmerso en un París-Dakar de los de antes, una experiencia maravillosa… Mi BMW R 1250 GS parecía feliz navegando en tercera-cuarta, apoyándose en su modo Enduro PRO y en los Karoo 3 de Metzeler, que se estaban mostrando a estas alturas de la ruta increíblemente camaleónicos: recordemos que llevábamos a cuestas casi 2.000 km de asfalto, diluvios varios, barro, nieve, piedras de todo tipo y tamaño, tierra compacta y arena sahariana.

La navegación concluía en la entrada a una enorme puerta entre dos paredes de piedra que quedaba a nuestra izquierda, el recinto de Gara Medouar. Hace siglos, Portugal empleó la fortificación, construida en el interior de una enorme hoya con forma de cráter, como estación donde retener esclavos capturados en espera de tránsito.

Por ello se le conoce como la prisión portuguesa y, pese a su lúgubre pasado, es un recinto que debes ver en persona en alguna ocasión. En las pantallas ya lo habrás hecho, porque fue protagonista de escenas recordadas de películas como “La Momia” o “Spectre”, y lo será de muchas más, como por ejemplo de “John Wick 3”, la que estaban rodando justo en esos días en la zona Halle Berry y Keanu Reeves, que se alojaban en nuestro mismo hotel.

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Seguramente esta sorpresa fue lo único no previsto por la organización de todo lo acontecido a lo largo de esta aventura... En el interior de Gara Medouar disfrutamos de una especial comida a base de verduras frescas y unos deliciosos pinchos de pollo, antes de partir a repartir la ayuda humanitaria en el colegio de una pequeña aldea a la que acuden a diario casi un centenar de niñas y niños bereberes de los alrededores.

Es una zona muy pobre, alejada de las rutas turísticas, así que tenemos la certeza de que la ayuda queda en sus familias y que no aparecen intermediarios que hagan aparecer parte de lo entregado en mercados de Mali u otros países, como desgraciadamente sucede a menudo con lo aportado por oenegés.

Nos encanta y sobrecoge a la vez entregar ropa y enseres escolares a familias tan pobres, mientras vemos sus ojos, los ojos de sus familiares, algunos sonrientes, otros llorosos por la emoción. Y una vez más te das cuenta de cuánto tenemos de más quienes hemos nacido en el primer mundo...

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Regresamos al Xaluca, donde tras una ducha reconfortante disfrutamos de un último briefing muy especial, el de la entrega de los “finishers”, los trofeos que se entregan a todos los participantes que han completado el recorrido de un puntApunta.

En esta ocasión se trataba de un precioso mapa del continente africano de mármol negro con fósiles incrustados, un material omnipresente en el sur de Marruecos por lo abundante, con el logo del evento tallado en él.

Regreso a Nador

La última jornada constaba de 600 km de asfalto hasta llegar al embarque de Nador, algo que aparentemente no comportaría más que una jornada tediosa, pero el rutómetro nos incluyó un par de enlaces bastante amenos y un paisaje de lo más cambiante.

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Por el camino vivimos anécdotas como la del cambio de rueda de mi colega y amigo David, de Motorpress, al que una piedra afilada hizo un agujero del diámetro de una moneda en la trasera.

Tras varios infructuosos intentos de reparar a base de mechas amontonadas, decidimos entrar en un pueblo y buscar ayuda. Desde una gasolinera llamaron a un mecánico que vino con su taller móvil, un Golf Mk1 sin asientos traseros, y se llevó la rueda de la 1250 para parchearla.

A los pocos minutos apareció nuestro camión para montarnos una Karoo 3 nueva, así que les dijimos que nos la dejara, que se la llevaríamos al mecánico salvador. Lo hizo el señor de la gasolinera con su Mobylette, y no nos dio tiempo ni de acabar un té, literalmente hablando, antes de que apareciese con su Golf y la rueda trasera nueva ya montada en la llanta.

En media hora estábamos de nuevo en marcha, y nos cobró el equivalente a 5 euros al cambio. Cosas que solo pasan en Marruecos. Finalmente acabamos el día cenando frente a la aduana, antes de embarcar nuestras queridas GS en el ferry, para desembarcar en Almería a la mañana siguiente.

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Tras bajar, comenzaba el regreso a casa para todos nosotros, quienes lo hacíamos con un montón más de amigos en la mente y en las agendas, y con la sensación de haber vivido una auténtica aventura gracias a la impecable organización del puntApunta Marrucos 2018, a BMW Motorrad España, y a un país que te acoge la primera vez que lo visitas y te deja queriendo volver en cuanto sea posible.

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