Prueba: Yamaha Tracer 900

Prueba: Yamaha Tracer 900

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Tengo que reconocer que aún no había probado ninguna de las Tracer anteriores a esta Euro 4, así que cuando me acerqué a ella por primera vez, esta Yamaha Tracer 900 me llamó la atención por lo imponente que resulta por su tamaño y diseño afilado. Estaba aparcada en la acera y, antes de subir, la observé durante rato. Alta, corpulenta y con aplomo. Un primer aviso del carácter de esta tricilíndrica de Yamaha.

Sufrí un poco en las primeras maniobras en ciudad por su envergadura, pero es como un San Bernardo: de aspecto bestia pero con un carácter agradable, domable y mucho más bonachón que algunos chuchos diminutos de apariencia inofensiva. Esa impresión inicial se esfumó nada más arrancar por lo bien que se desenvuelve circulando por la ciudad. Sorprende la agilidad que consigue gracias, en gran parte, al conjunto de chasis y basculante de aluminio, al que se une un motor muy compacto y ligero, lo que la hace ligera sin que ello suponga una merma en la estabilidad.

¿Qué hay de nuevo?

Como habéis podido observar, no es tan distinta respecto a su predecesora. Estéticamente es la misma, y el gran cambio se centra en el motor, ahora adaptado a la Euro 4, la normativa que ha obligado a todas las firmas a renovar sus motores para cumplir con los nuevos parámetros, con lo que ello supone en cuanto a inversión y recursos.

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La Tracer no ha visto comprometida la entrega de potencia, que ha logrado mantener en 115 CV y con curvas contundentes y planas, pero sí que ha afectado al precio. Un incremento de 1.300 euros para este modelo actualizado que ha pasado de los 9.799 a los 11.099 euros.

Carenado y confort aparte, otra de las diferencias importantes respecto a la MT-09 se centra en el subchasis, que recordemos que es mucho más reforzado en el caso de la Tracer de cara a prepararlo para su principal misión: llegar donde te propongas, solo o a dúo, con o sin maletas.

Comparten gran parte del esqueleto y del motor, sí, pero tienen dos filosofías totalmente distintas. Así que la MT-09 Tracer pierde definitivamente el nombre compuesto y se encamina más al mundo de la ruta y los viajes, pero conservando todas las bondades y carácter del tricilíndrico que las propulsa.

En marcha

Se nota la base. Y mucho. A pesar de que nos la imaginemos algo más mansa que la MT-09, la verdad es que si le tiras de la oreja, tiene la misma mala baba y patada que la versión naked. Sorprende la respuesta. Si le das a fondo seleccionando el modo de conducción con menos intrusión por parte de su electrónica –entre tres disponibles–, tendrás que agarrarte bien porque tiene un par considerable desde abajo del todo y controlar bien el manillar y no relajarte nunca si aceleras fuerte en marchas cortas.

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Si, por el contrario, quieres ir más tranquilo por localizaciones concurridas, porque llueve o porque llevas pasajero y no quieres desnucarlo, puedes activar todas las ayudas que ofrecen los modos más calmados y perder parte de esa mala leche.

En el caso de que te levantes racing perdido, podrás sacar a pasear tu lado más agresivo pero, eso sí, con precaución. Deberás tener cuidado al entrar en curva porque se hace algo cabezona si vas colado y apuras la frenada. La respuesta del doble disco delantero de 298 mm y pinza radial de cuatro pistones es contundente, pero de tacto algo brusco o un poco todo o nada, y puedes llegar a sentir que la Tracer te domina a ti y no al contrario.

La horquilla, con un generoso recorrido máximo de 137 mm, se hunde considerablemente en un primer momento. En este punto crítico es de gran ayuda el embrague antirrebote (A&S), que ayuda a suavizar las reducciones y a tener un mayor control. El resto resulta un conjunto de lo más completo en cuanto a estabilidad, diversión, paso por curva y agilidad, gracias, en gran medida, al chasis y al basculante.

Todo ello acompaña a un excelente y gustosísimo motor tricilíndrico de 850 cc, que ofrece 115 CV a las 10.000 rpm y que es una gozada lo mires por donde lo mires. El tacto, el cómo y cuánto estira es garantía de disfrute y de trayectos de lo más placenteros.

El Rey de la carretera

Y no me refiero a un tema de autoridad, sino a la posición de conducción, que es la principal y gran diferencia respecto a la MT. Me sentí como una marquesa recorriendo kilómetros y kilómetros. Ni rastro de dolor de espalda, ni rampas, ni rodillas cansadas o doloridas, ni nada. Parece mentira con la cantidad de horas que puedes circular y lo a gusto que puedes ir. Desde la altura del manillar hasta la distancia entre asiento y estriberas. También aporta su granito de arena la pantalla regulable en tres alturas, que evita el sufrimiento del cuello, el efecto vela o las posibles turbulencias.

En el caso de que te quede algo alta, tienes la opción de adaptar el asiento a tu gusto, con margen entre los 845 y los 860 mm, o bien la alternativa rebajada que encontrarás en el listado de accesorios (combinable incluso con un juego de bieletas opcionales que rebajan aún más la altura del conjunto).

A todo esto, el pasajero no irá como un rey, pero sí como un príncipe. El asiento es de doble altura, pero cómodo y con una buena distancia respecto a los estribos. En el caso de instalar el top case, tendrás un punto de apoyo en la espalda con el que todavía te podrás relajar más.

Cuestión de detalles

Son muchos los detalles en los que nos podemos parar con la Tracer 900. Podemos empezar por el doble faro full led, el frontal agresivo –que te avisa de la fiera que lleva dentro–, de la pata lateral y del caballete central o de los tres colores en que está disponible (azul Yamaha, negro o el verde oscuro que podéis ver en esta unidad de pruebas).

Tampoco nos podemos olvidar del extenso catálogo de accesorios que la Yamaha Tracer 900 tiene a tu disposición para personalizarla tanto como quieras. Un total de 59 artículos para elegir: escape, maletas, estriberas custom, top case, fundas, intermitentes led, y un largo etcétera.

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