Pere Navarro reconoce que los radares se colocan donde pasan más vehículos, no donde hay más accidentes

A pesar de que desde la DGT siempre se ha defendido que los radares no tienen un fin recaudatorio, las declaraciones de Navarro justificando la elección de sus ubicaciones bajo el prisma de la inversión y de cómo justificarla, con criterios de volumen de circulación y no con volumen de accidentes, dejan muy en entredicho esta política.

Según sus declaraciones, los radares fijos deben estar situados en vías principales con una cierta intensidad circulatoria, por encima de los 6.000 vehículos. Y da igual si es en una recta o en un punto donde no ha habido accidente alguno.

Para las carreteras secundarias, dónde se producen la mayor parte de los accidentes, defendió los radares móviles, que no suelen estar señalizados con lo cual pierden su efecto disuasorio. ¿Cuál es, entonces, su finalidad?

Por otra parte, Navarro también afirmaba que la DGT no puede mantener un “crecimiento infinito” de los radares. Concretamente, cifró en entre 150 y 200 radares fijos los que se podrán ir colocando cada año.

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