Paul Ricard ‘88

Con la retirada de Kenny Roberts a finales del año 1983, la responsabilidad de defender los colores de Yamaha recayó sobre Eddie Lawson. El californiano no decepcionó y, en su primer año como candidato al título, ganó imponiéndose, entre otros, al intocable Freddie Spencer. A pesar de ello, aquel triunfo fue, en su momento, muy cuestionado.

Honda hizo debutar en 1984 la que con el tiempo se convirtió en la más exitosa de todas sus motos, la NSR, pero problemas de juventud, unidos a las lesiones que acompañaron a Spencer esa temporada, hicieron que los japoneses tuviesen que contratar a toda prisa a un Randy Mamola que no había tomado parte en las dos primeras carreras por encontrarse sin equipo. A final de temporada, Mamola alcanzó el subcampeonato -en la edición que más cerca estuvo de conseguir el título- y dejó en el aire la incógnita de qué hubiese pasado si hubiera corrido todas las pruebas.

Spencer recuperaría el título en la temporada ‘85, en un año en el que simplemente fue el mejor. Eddie se lo arrebataría a su vez en 1986, pero una vez más, el talento de Lawson fue cuestionado. Ese año, en la primera prueba de la temporada disputada en el circuito del Jarama, Spencer rompió la carrera desde la misma salida, distanciándose claramente de Wayne Gardner, que rodaba en la segunda posición.

Inexplicablemente, Spencer empezó a ceder terreno hasta que tomó el camino de los boxes. Aquello fue el principio del fin para Freddie; una tendinitis fruto del esfuerzo que hizo en la temporada anterior, en la que consiguió los títulos de 250 y 500, arrastraron al campeón más joven de la historia de la categoría reina a un final de carrera que nadie había podido imaginar. Protagonizó diversos amagos de retorno, pero Spencer ya nunca sería el mismo. Muchos aseguraron que Lawson se encontró de nuevo con su segundo título, teoría que se vio reforzada cuando la temporada siguiente Gardner dominó con mano de hierro.

1988 era por lo tanto un año muy importante para Lawson. Necesitaba recuperar un título para que nadie volviera a cuestionar su profesionalidad. Toda una paradoja; nadie más que él era un virtuoso de la puesta a punto, de la preparación de la carrera. Se trataba de un gran deportista, un excelente estratega y un piloto con un estilo fino y depurado. Era el más profesional de todos y sabía muy bien qué tenía que hacer en cada momento.

(El artículo entero puede leerse en Solo Moto número 1649)

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