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Las 12 claves del fracaso de Yamaha en MotoGP, por Emilio Pérez de Rozas

Me llama el editor: «Hombre, Jordi, cuéntame, ¿Qué te explicas? ‘Ahí andamos, sobreviviendo, como todos’. ¡Estupendo! Dime, dime… ‘Mira, que hemos pensado… no sé, tú mismo, ya nos dices… que, tal vez, a lo mejor, quisiéramos…’ Sí, hombre, sí, cuenta… ‘Pues eso, que le hemos dado vueltas a reflexionar sobre… ‘  -¡Uf…! Y ahí me entró el frío, casi escalofríos…- ‘Bueno, pues eso, que nos gustaría saber si puedes aportar luz al hecho que Maverick Viñales, un año más, no haya ganado el Mundial de MotoGP».

Lo sabía. Estaba convencido de que algún día, el editor y sus cuatro íntimos colaboradores, se sentarían en una mesa, empezarían a darle vueltas al vasito de café de plástico y meditarían sobre la última y hasta la penúltima -y quién sabe si la definitiva- vez que ‘MVK’ desperdició para ser campeón. Y, entonces, solo entonces, marcaría mi móvil, que les encanta (y yo estoy muy orgulloso de que lo tengan) y me pedirían, a mí, solo a mí (“bueno, es quien tenemos más a mano”… cierto, cierto) de por qué ‘Top Gun’ no vence.

Primero: No lo saben explicar ni ellos. Y cuando digo que no lo saben explicar ni ellos, me refiero a que ni Yamaha, ni Viñales, ni Valentino Rossi, ni Fabio Quartararo, ni Franco Morbidelli saben explicar por qué no ganan el título. Cada uno da su explicación, no sólo de lo que le pasa a la moto, a la que, en cada GP, le pasa -según ellos- algo distinto, sino que, incluso Lin Jarvis y Massimo Meregalli añaden aún más desconcierto con sus palabras.

Segundo: Desde que Kouji Tsuya -máximo responsable técnico de Yamaha en los circuitos- se hizo el harakiri públicamente en agosto del 2018, en el hospitality de Yamaha en el Red Bull Ring, -pidiendo disculpas a sus pilotos por lo mal que iba la moto- la firma de los diapasones, que ha seguido incomprensiblemente dirigida en el Mundial por el británico Lin Jarvis, no ha dado con la tecla y ha ido de mal en peor.

Tercero: Los pilotos, que son, en última instancia (lo dijo el otro día Pol Espargaró: “La Suzuki va por raíles, sí, sí, pero si no tuviese dos pilotos como Mir y Rins, no hubiese ganado el Mundial”) los responsables de los resultados, se han dedicado a hablar, a protestar, a criticar, a lanzar porquería sobre la marca, la fábrica y sus ingenieros, antes que de buscar soluciones para ganar.

Cuarto: No solo eso: cuando Rossi, el mismísimo ‘Doctor’, dice que posiblemente nunca les han hecho caso, tal vez la auténtica verdad es que les han hecho demasiado caso. Es decir, que Yamaha (los jefes que sean, los del circuito o los de la fábrica) no han cesado de seguir los consejos de sus pilotos, cada uno en una línea, y han llegado incluso a cambiar a técnicos y mecánicos por capricho de las estrellas y, al final, ha quedado demostrado que los cambios eran por puro capricho.

Quinto: No tiene sentido alguno que el desarrollo de la moto, sea la M1 o sea la moto que sea, la del 2019 o la del 2020, no tenga un líder. Tan pronto les encantaba Rossi, que lleva tres años sin ganar y diez años persiguiendo el sueño del ‘décimo’, como Viñales porque es el hombre de la casa, la promesa que debe ser campeón, el piloto que se despierta cada día pensando que va a ganar el título o de pronto surge Quartararo, gana, y ya se le anuncia como piloto oficial de la marca, cuando aún no ha ganado nada.

Sexto: No debe ser tan mala esa moto cuando este año, -el año de la pandemia, del desastre, de la tormenta- ha ganado, de momento, siete carreras (tres Morbidelli, tres Quartararo y una Viñales), las mismas que ganó, en el periodo del 2017 al 2019, la marca de los diapasones. Pero es que el desastre es tan bestia que ganando siete carreras (Suzuki solo ha ganado dos), se le ha escapado el título de pilotos y constructores y, además, ni siquiera tuvo opción de ganar el primero, pues si no se lo lleva Mir se lo hubiese llevado Rins.

Séptimo: La gestión del equipo ha sido tan lamentable que han sido denunciados (eso, con ojos de japonés, ha de ser más que humillante, por más que digan que no lo hicieron con mala intención) ¡¡¡¡por tramposos!!!! siendo sancionados (lo que es una vergüenza) solo en el Mundial de constructores. Hicieron trampas en sus motores y, luego, tuvieron problemas con los frenos (‘MVK’ no se mató de milagro), se equivocaron en la presión de los neumáticos y hasta sufrieron contagios por el Covid-19.

Octavo: Los pilotos, que se quejan de que la Yamaha no tiene agarre, no acelera, no tiene velocidad, que no se puede adelantar con ella… se han pasado el año buscando excusas en lugar de formar parte de la solución. Es evidente que, sin Marc Márquez en pista, era el año para ganar, y tanto el ‘rookie’ del 2019 como el eterno candidato han sido superados por Morbidelli y los dos jóvenes de Suzuki.

Noveno: No deja de ser curioso (¡vaya que sí!) que si tu primer rival es tu compañero de box o de marca, lo que Morbidelli ha hecho este año con Rossi, Viñales y Quartararo, es un destrozo. No solo ha sido quien más ha ganado (tres grandes premios: San Marino, Teruel y Valencia), y no solo quedará en el Mundial por delante de ellos con una moto mezcla del 2019 y 2020, sino que, además, su jefe técnico fue el jefe de mecánicos (el gran Ramon Forcada) repudiado por el mago Lin Jarvis y por el hablador Massimo Meregalli.

Décimo: Insisto, de verdad, y no estoy señalando a nadie (o a todos), pero cuando un piloto empieza por cambiar al técnico y luego acaba cambiando hasta su dorsal, su número, es que se niega a analizarse, a estudiar qué hace mal. Es evidente que cuando unos ganan y otros no, es porque unos lo hacen bien y otros mal. Pero uno tiene la sensación de que los pilotos de Yamaha no son autocríticos con su preparación, manera de entrenarse, manera de poner la moto a punto y competir.

Undécimo (ya me alargo mucho ¿no?): Miremos, por ejemplo, al único de Yamaha que gana -insisto- y que por poco se lleva el título. Morbidelli y Forcada estuvieron mal en el GP de Aragón y, cinco días después, ganaron, en el mismo circuito, el GP de Teruel. Vaya. Estuvieron mal en el GP de Europa y, cinco días después, ganaron, en el mismo trazado (Cheste), el GP de Valencia. Conclusión: Morbidelli y Forcada estudiaron qué hicieron mal y por qué perdieron la primera semana y arrollaron en la segunda. Tan mala no debe ser esa moto.

Y el duodécimo punto (final): Yamaha lleva años siendo un desastre. La dirección de Yamaha en el circuito debe ser cambiada. Los pilotos deben ser más autocríticos. Y, por supuesto, faltan, tanto en los boxes como en el desarrollo de la moto, auténticos líderes que hagan el caso justo a los pilotos y conductores que piensen más en el beneficio y progresión de la moto, de la firma, que en el de ellos mismos.

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