KTM Freeride, libertad incondicional

No es una moto de enduro. Ni una trialera. Tampoco una trail. El concepto no es nuevo, y en los años 70, cuando las marcas nacionales marcaban tendencias, Ossa con la Explorer -que va a reeditar- y Bultaco con su Alpina ya se decidieron por una idea parecida a la de la Freeride. Otros lo intentaron más recientemente: Gas Gas con su Pampera y en 2007 Scorpa con su T-Ride equipada con motor Yamaha, sin descuidarnos de la Beta Alp.

Pero si hasta ahora las antecesoras de la Freeride eran motos de trial más confortables y menos radicales, la Freeride rompe la baraja y es algo más. En primer lugar, porque es una KTM y nunca hasta ahora la marca austríaca se había atrevido a explorar este territorio. Y en segundo lugar, porque combina un motor de enduro montado en una parte ciclo pensada y diseñada para que este híbrido entre una trial y una enduro. Lo nunca visto. Y funciona. La descubrimos en Marruecos, y os aseguro que en manos de un piloto de nivel puede hacer locuras increíbles. Pero al margen de lo que un top sea capaz de hacer, desde mi punto de vista el encanto de esta Freeride es que su facilidad de conducción permitirá disfrutar a un amplio sector de público. Y que de las posibilidades y el nivel de cada uno, la Freeride ayuda a mejorar, a evolucionar. Todo sobre la Freeride es fácil y la diversión está asegurada, con la sensación de tener la situación bajo control y con un conjunto tan equilibrado, que hasta los poco expertos serán capaces de hacer cosas que ni ellos mismos se imaginaban.

Durante una bonita excursión entre paisaje y paisaje disfrutando de la naturaleza, a diferencia de una incómoda moto de trial -¡pero si no tienen asiento!- o de una más radical y ruidosa moto de enduro, con la Freeride podrás enlazar un tramo de asfalto sin que te salten los empastes. Y también podrás ir a comprar el periódico, ir a hacer el aperitivo o simplemente desplazarte.

La idea no es nueva, pero hasta ahora nadie la había sabido poner en práctica con tanto acierto.

Así es

Sobre la base del motor de enduro de la 350 EXC-F convenientemente suavizado y con una potencia reducida a 25 CV en lugar de 42, el motor de la Freeride presenta algunas diferencias: un cárter en el que brilla por su ausencia la palanca de arranque; el sistema de inyección (Keihin) diseñado para buscar una entrega de potencia menos violenta, y las válvulas en acero de la culata, pues al no alcanzar el régimen de giro del motor de enduro no hace falta que sean de titanio, lo cual alarga el mantenimiento. El particular escape que pasa por debajo es una de las diferencias más significativas con respecto al 4T DOHC de la 350 EXC-F. El colector del escape -protegido con una placa- y los silenciosos de aluminio -con dos catalizadores- emiten un discreto sonido.

A diferencia del propulsor, la parte ciclo es completamente nueva, diseñada y desarrollada para la Freeride. El chasis lo forman un conjunto mixto de tubos de acero al cromomolibdeno y una estructura de aluminio perfectamente acabada. Sobre éste, un subchasis de plástico (poliamida) aloja al asiento; el plástico tiene una serie de ventajas, ya que en caso de caída es más flexible. Más cosas. El original filtro de aire, y su caja plástica transparente cilíndrica, va situado frente al asiento, encajado en el depósito de gasolina; es decir, en un sitio elevado y accesible. El depósito de 5,5 l de capacidad está en el lugar de siempre.

Por lo que respecta a las suspensiones, se han diseñado para las necesidades de la Freeride: diversión, facilidad de conducción y control. Así que delante tenemos una horquilla WP con barras de 43 mm regulable en compresión y extensión, y atrás un monoamortiguador regulable (incluso la velocidad de la compresión) montado directamente sobre un basculante de aluminio. La horquilla pesa menos que la de una moto de enduro y flexa más, es menos rígida, transmitiendo así más sensaciones y permitiendo la conducción fluida que descubrimos en el Alto Atlas.

En opción existe un asiento más bajo y las suspensiones también se podrán rebajar, pero para ello habrá que acudir a un concesionario; gracias a esto, la moto quedará unos 40 mm más baja. Las llantas de aluminio son de Giant (21” y 18”), los discos de freno de 240 mm y 210 mm, mientras que se han elegido unos neumáticos Dunlop de trial menos radicales que los Michelin que se pueden considerar la referencia en las motos de enduro.

El placer de la moto de excursión

El mercado está como está, pero la situación de la moto de montaña en España está mejorando y la llegada de la licencia verde –aún tardará-abrirá los horizontes del off-road. Y la Freeride contribuirá a ello. Y a uno que ya tiene una edad le recordó la gratificante sensación de hacer excursiones por montaña, en este caso unos 70 km de senderos, caminos, arena, piedras, rocas, polvo, lluvia y paisajes inolvidables por el Alto Atlas, bordeando el Parc National du Toubkal y divisando el Mont Toubkal, de 4.167 metros de altitud.

Antes de empezar descubrimos una larga serie de detalles que permiten personalizar la Freeride en función de los gustos de cada uno o de los terrenos donde nos vayamos a olvidar la rutina...

Al margen de la posibilidad de reglar las suspensiones, el manillar es regulable y las estriberas se pueden adelantar o retrasar 8 mm girándolas 180º a través de unas excéntricas. También las manetas son regulables.

La norma número uno para tener confianza sobre una moto con la que trialear es llegar con facilidad con los dos pies en el suelo. Misión cumplida. La altura de asiento es razonable, la libertad de movimientos sobre la Freeride es total y se controla fácilmente gracias a sus escasos 100 kg de peso. Las suspensiones son blandas y confortables. El motor no es muy potente y es más relajante que el de una moto de enduro. Para superar ciertos obstáculos hay que mantener un régimen medio/alto y sube de vueltas con facilidad. Tiene un carácter tranquilo, no te esperes unos bajos de tractor, pero no se escapa de las manos y el tacto general es muy suave, con una precisa conexión entre la respuesta del motor y el puño de gas. Lógicamente, la diferencia de más de 20 CV con respecto al de la versión de enduro es notable, pero se adapta bien a su nueva función, que es la de permitir hacer senderos pequeños y estrechos –donde sea legal hacerlo- o llegar a destinos poco accesibles, para lo que se agradece su amplio ángulo de giro y buena tracción. Además, te permite tomarte algunas licencias como subir escalones o zonas rocosas, que sobre una moto de enduro sólo están al alcance de pilotos con buen nivel. Es decir, que la Freeride facilita las cosas hasta tal punto, que los no expertos se atreverán con dificultades que sobre una moto de enduro ni se plantearían.

Reclama una conducción fluida, sin brusquedades ni agresividad, y la facilidad de movimientos es total, en una moto que requiere una conducción en la que desplazar el cuerpo es fundamental. Invita a buscar nuevas experiencias, a descubrir sin molestar al entorno, porque es muy silenciosa, y en definitiva abre las puertas al campo y a un sentimiento de libertad y disfrute muy recomendable. Por pistas rápidas tiene sus limitaciones en los neumáticos de trial y en las prestaciones de sus 25 CV, pero es divertida y muy controlable.

Con una capacidad de 5,5 litros de combustible, se pueden recorrer más de 80 km sin repostar, aunque en este sentido deberemos esperar a nuestra propia unidad de pruebas para verificarlo y hay que tener en cuenta que en función del tipo de conducción varía mucho el consumo.

En definitiva, la Freeride abre una vía con un concepto diferente que puede permitir a un amplio sector de público disfrutar del off-road. Una curiosa y personal combinación entre una moto de trial y una de enduro, con la experiencia y el punto exótico de KTM.

La alquimia ha funcionado.

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