Honda Integra 750: Buscando la perfección

La Integra 750 es ya uno de esos vehículos que inconscientemente vinculamos a la idiosincrasia de Honda, tipo Goldwing 1800, VFR 750 o Africa Twin 1000 DCT, por citar tres modelos que están en liza. Es una motoscooter en cuyas tripas se encuentra gran parte del saber de la firma japonesa, que, lejos de conformarse con los convencionalismos, siempre va en busca de nuevos límites tecnológicos con los que ponerse a prueba.

La Integra es una de sus apuestas más firmes y ambiciosas, no solo disfruta de un nivel tecnológico altísimo, sino que, además, cumple de forma excelente con la compleja tarea de unir dos mundos muy relacionados, pero, al mismo tiempo, tan diferentes como el de la moto y el scooter.

Realmente Honda se ha vuelto muy buena en este trabajo, cada nueva versión supera a la anterior, sobre todo en lo que al funcionamiento del evolucionado cambio DCT se refiere. Y es que es él, como se diría vulgarmente, la madre del cordero, pues es principalmente gracias a él que la Integra 750 es tan práctica y funcional como un scooter y, a la par, tan divertida y rápida como una moto.

He de reconocer que, pese a ser un gran defensor del scooter por su faceta funcional, nunca he sido un fan incondicional de la Integra, así que cuando Lluís Morales me dijo que me tocaba a mí hacer la prueba para Solo Moto Actual, pensé que sería curioso ver si las pocas pero mejoras anunciadas cambiaban su carácter.

Bajé al parking de pruebas pensando en mis cosas, sin darle muchas vueltas a que iba a probar la última versión de la que actualmente es la motoscooter más novedosa a la venta, así que me acerqué, metí la llave en el contacto y enseguida me llamó mucho la atención el cuadro de instrumentos –es básicamente el mismo de siempre– con su colorida, y, por qué no, un tanto discotequera apariencia con sus muchas posibilidades de iluminación.

Realmente pensé que si me iba a enfrentar a un nuevo restyling con cuatro cambios estéticos como unas fibras nuevas, coloraciones o más luces led, me esperaba una ardua tarea para llenar con solo eso las páginas destinadas a esta prueba.

Así que para no alargar más la espera –sabiendo que también se habían realizado cambios en la gestión del cambio DCT y las suspensiones– me lancé a la búsqueda de acción por un par de carreteras relativamente cercanas a la redacción que son bastante variadas y que tengo bien controladas.

Como de costumbre, para alejarme un poco de la ciudad tuve que realizar unos pocos kilómetros por autovía, una situación donde la Integra siempre se desenvuelve de forma impecable. En lo que se refiere a confort de marcha, es más moto que scooter, la forma plana y alargada del asiento y la postura del cuerpo que, si no fuera porque también nos permite estirar las piernas hacia delante como en los megascooters GT, bien podrían ser las de una sport-turismo. La posición me gusta mucho, vas cómodo pero no apoltronado; además, gozas de una buena protección, ya que el viento no impacta directamente más que en los hombros o la parte alta del casco.

En cuanto a su comportamiento, es como el de una moto, no es ligera, pero el peso ofrece una grata sensación de confianza, sobre todo al inclinar a gran velocidad, donde la Integra se siente extraordinariamente aplomada y segura. Las suspensiones son muy cómodas y aun así la sujetan como es debido; de hecho, no es nada radical en este sentido, por lo que, al superar líneas de dilatación o baches, prácticamente ni nos enteramos si no son exageradamente profundos.

El motor va sobrado con sus algo más de 54 CV; con la modificada posición D en el DCT ronronea cuando el marcador indica los 120 km/h o incluso más; además, el ordenador de a bordo nos indica medias que hasta en algunos casos no llegan ni a los 4 litros, por lo que podemos estar seguros de que la faceta turística de la Integra también está muy bien desarrollada.

Para cuando llegó el primer tramo de carretera ya me había hecho de nuevo a los mandos, peso, frenada e inercias, lo que sería genial, pues el primer tramo que venía iba a ser el más sinuoso y bacheado de los que tenía previstos. Al principio, la Integra te apabulla un poco con sus 238 kg en orden de marcha, inercias y múltiples opciones de cambio, pero cuando te sacas de la cabeza que no se trata de un scooter y comienzas a tratarla como una moto y a jugar con el DCT en posición S y sus tres variantes, comienzas a comprender por qué tanta gente se queda prendada de sus virtudes.

El tacto motor es una pasada, es bastante fino y poco rumoroso mecánicamente, funcionando todo a la perfección y con una precisión japonesa. Entrando en curva, el DCT en posición S parece leer mejor nuestras intenciones y selecciona la marcha idónea en cada momento, algo que en versiones anteriores no sucedía con la precisión actual. Mientras, en plena curva, el motor queda como más sujeto y si mantenemos una puntita de gas, notaremos que está completamente a la espera para liberar los caballos en cuanto se lo ordenemos en pos de una muy buena aceleración.

Las prestaciones son muy buenas, acelera muy rápido y tracciona muy bien, aunque no asustará a los conductores con más experiencia; es agradable notar cómo las marchas van entrando a toda velocidad, y algo que particularmente me gusta es que podemos bajar velocidades en las apuradas de frenada por nuestra cuenta, aunque nos encontremos en la modalidad automática.

En cuestión de parte ciclo tampoco decepciona, es cierto que en los trazados más virados hay que trabajar más sobre ella, no tiene unas geometrías muy atrevidas y su distancia entre ejes es considerable, pero a pesar de ello es rápida y consistente en carretera.

En cuanto a las suspensiones, es aún más moto; frenando fuerte la horquilla –una SDBV, Showa Dual Bending Valve– se mantiene en su sitio y a la hora de trabajar sobre mal asfalto, no desfallece, la zaga se nota un poco más firme, lo que se extiende a todo el conjunto en forma de una mayor estabilidad, sin duda, la cualidad más destacable de la Integra gracias también a unas medidas de llantas y neumáticos que buscan alcanzar la máxima firmeza posible.

Por último, en frenos, disfrutaremos de los mismos buenos resultados de siempre: el conjunto seleccionado por Honda es de primerísima calidad, lo que se puede notar desde el primer momento tanto en la potencia y buen tacto de las bombas y pinzas seleccionadas como en la baja intrusión y efectividad del ABS que equipa de serie.

Honda vuelve a dar el do de pecho con su nueva Integra, que, una vez más, vuelve a ser una muy buena alternativa a la moto convencional en la categoría media y A2. Puede que todavía deba mejorar en detalles como la capacidad de carga para compararse a sus rivales megascooters en este aspecto, pero desde el punto de vista de moto, llega con un equipamiento de serie en el que elementos como el freno de estacionamiento o la implantación de iluminación full led en el faro delantero seguro que la ayudan a seguir ganando en adeptos.

Futura clientela que, por cierto, le sabrá reconocer el esfuerzo de mantenerse por debajo de los 10.000 euros –de la mayoría de sus rivales– para poder llegar, aún, a más gente.

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