Honda CBR500R: Deportiva aparente

A pesar de sus aspiraciones deportivas y de pertenecer a una estirpe largamente laureada en el mundo de la competición, la actual CBR500R es una depor­tiva sumamente racional y muy polivalente. Tiene el estilo y el saber hacer de la familia, pero, según la tesitura del mercado actual, pertenece al cada vez más nutrido grupo de las motocicletas englobadas en el carnet A2. Como su predecesora, la nueva CBR500R aboga por un buen uso en todo tipo de circunstancias y condiciones, su estilo deportivo no la limita ni a la hora de moverse por ciudad, ni a ser usada como moto de diario por sus, a priori, jóvenes propietarios. Es una moto cómoda, con una ergonomía bien tratada que nos hace sentir a gusto desde el primer momento. En lo que respecta al pasaje­ro, sucede algo similar, ofrece unos confortables puntos de sujeción donde agarrarse y las piernas no van exageradamente flexionadas. Lo malo es el asiento, que en cortas distancias se mantiene dentro de los márgenes de la comodidad, pero en trayectos más largos quizás se muestre un pelo duro. Como buena CBR, la posición del conductor es bondadosa con este, con el manillar por encima de la tija no se castiga ni brazos, ni muñecas, ni lumbares, por lo que el cansancio aparece muy ligeramente y muy tarde. En ciudad es rapidísima y muy eficaz, su agilidad de movimiento es com­parable a la de una 125 cc, lo que se debe principalmente a un radio de giro más parecido al de una naked que al de una deportiva. Callejeando

  Su nueva carrocería, aparte de otorgarle un aspecto más aparente y de moto mucho mayor, también disfruta de las dimensiones idóneas para ofre­cer, al mismo tiempo, una buena protección y movilidad entre el tráfico. El estrecho manillar nos deja pasar perfectamente entre coches, algo que no podemos decir de los alargados retrovisores que sobresalen bastante de la cúpula y nos obligan a medir las distancias con los retrovisores de los vehículos que adelantamos.

En lo que se refiere al aspecto técnico, parte ciclo y motor se encuentran a la par de una urbanita del nivel de su hermana, la CB500; suspensiones, frenos y la buena respuesta del motor a bajo y medio régimen nos permiten circular rápidamente y sin agobios. Al mismo tiempo, gracias a la ayuda de sistemas de seguridad como el ABS de serie y a la calidad de las gomas empleadas de primera monta, como las Dunlop Sportmax Roadsmart II, que demuestran un gran comportamiento sobre asfalto desgastado y pintura deslizante, nuestra integridad física está complemente a salvo.

Comparativamente con su predecesora no hay muchos cambios en lo que se refiere al aspecto tecnológico. Si os fijáis, las novedades se centran en el apartado estético, que, por cierto, goza de un espectacular diseño especialmente en la parte frontal, donde la llamativa doble óptica de leds incorporada le aporta un alto grado de agresividad, y en su nuevo sistema de escape; mucho más compacto y de aspecto más moderno.

Bonita lo es, no cabe la menor duda, y aparente, fueron muchos los que se acercaron a preguntar sobre su cilindrada y no pudieron evitar sorprenderse al conocerla, pero si por algo la CBR500R es una A2 muy a tener en cuenta, es por su comportamiento. La iluminación del nuevo faro full led le aporta prestaciones y un toque diferencial respecto a la com­petencia. El tablier totalmente digital es completo, aunque de tamaño algo justo y sin indicador de velocidad insertada. El disco delantero de 320 mm y la pinzas Nissin de dos pistones tienen un tacto exquisito y, ade­más, ABS de serie. Tiene potencia y un buen tacto. Al contrario que en modelos más equipados, la horquilla ahora ya se puede regular en precarga de muelle. Bienvenida.

La pequeña deportiva japonesa nos invita a salir a carretera continuamente en busca de un escenario en el que poder expresar su deportividad sin nin­guna limitación. Muchos pensaréis que con un motor que desarrolla una po­tencia de unos escasos 47 CV a 8.500 rpm, las emociones brillarán por su ausencia, pero nada más lejos de la realidad… Es capaz de sorprendernos y, mejor aún, de hacernos pasar un rato muy intenso con todo bajo control.

Como ya hemos dicho, uno de sus grandes argumentos es que en muy poco tiempo te hace pensar que la llevas conduciendo toda la vida; el motor empuja pero de forma dulce y progresiva, aporta una alta dosis de emoción pero sin avasallar e imponerle temor alguno a los conductores más inexpertos. Se controla a las mil maravillas, su chasis es muy maleable y le confiere unas reacciones nobles y predecibles; el peso del conjunto no supera los 194 kilos, por lo que tendremos en nuestras manos un juguete al que podremos hacer ir por donde queramos. Y es que ahí está precisa­mente la clave, la falta de potencia la suple con un paso por curva y ligereza apabullante; para ir rápido tenemos que reducir al mínimo el uso de los frenos y aprovechar su fulgurante entrada en los virajes y el aplomo dentro de los mismos. 

Más que una 500 cc parece una 125 cc en este sentido. De hecho, en cuanto a dimensiones, no está muy lejos de ellas, lo que sabe aprovechar para ganarle tiempo al crono. También como en ellas, la CBR500R nos obliga a mantener una vigilancia constante sobre el cambio; su uso es obligatoriamente continuo para aguantar el motor en una zona de uso óptima que, en conducción deportiva, se encuentra por encima de las 6.000 rpm. Esto no será un problema, ya que la complicidad entre cambio y embrague es total, ambos funcionan con una suavidad extrema y la precisión en cuanto a los engranajes es tal, que subir marchas sin embrague resulta francamente natural.

Aunque es una moto de estilo deportivo, como japonesa que es siempre mantiene un punto de sobriedad. Esto se puede apreciar en la parte ciclo, que, a pesar de no disponer de ningún elemento que destaque especial­mente sobre el resto, en conjunto dota la CBR500R de muy buenos argu­mentos.

Por ejemplo, la frenada es buena, ya que los dos discos utilizados apor­tan su granito de arena en un conjunto de frenada discreta pero en la que todo cuenta, como es el caso del ABS incorporado, que gustó por su baja intrusividad.

El mayor peso de las frenadas se carga lógicamente en el disco anterior de 320 mm con la pinza Nissin de dos pistones que lo acompaña, que cuenta con una buena dosis de potencia y con un tacto que nos aporta un buen grado de precisión para cuando sea necesario apurar al máximo. El posterior de 240 mm, con una potencia también a tener presente, no es un elemento que se haya montado simplemente por protocolo. Disfruta de un muy buen tacto y no tardaremos mucho en agradecer su servicios para timonear en las curvas o como apoyo para mantener la línea en las trazadas.

Posiblemente, el punto menos deportivo de la pequeña CBR se encuentra en las suspensiones, y concretamente en el eje posterior. La horquilla de 41/108 mm es un bien preciado (y ahora además cuenta con regulación en precarga), su tarado firme pero de buena absorción dibuja muy bien el perfil del asfalto y reacciona muy dignamente tanto en frenadas fuertes como en tramos rizados, mientras que el tren posterior, con el amortiguador dotado con sistema progresivo por bieletas Pro-Link, resulta demasiado esponjoso en conducción deportiva.

En condiciones normales es una gozada, suave, progresivo y cómodo, pero cuando se trata de subir el ritmo, en situaciones como cambios de peso extremadamente rápidos o curvas rápidas de máximo apoyo, carece de las consistencia que requiere una deportiva.

Esto no es nuevo, ya lo sabemos, Honda no es una firma a la que se le conozca por la radicalidad de sus productos, y la CBR500R, como la ma­yoría de sus motos, busca un equilibrio entre funcionalidad y deportividad, aunque, en ocasiones, le obligue a sacrificar alguno de los dos aspectos.

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