Honda CB250F: Bomboncito nipón

En Japón hemos tenido la gran suerte de disponer de una de las pri­meras unidades de esta CB250F –CB300F en Europa–, una moto que llegó por sorpresa y prácticamente sin aviso. Así que cuando la tuvimos entre nuestras manos pudimos apreciar realmente todos sus detalles, detalles que veíamos por vez primera.

Las deportivas naked monocilíndricas de cuarto de litro comenzarán a ser uno de los segmentos con crecimiento, ya que son más económicas que las bicilíndricas y, además… más afectivas. Son el reflejo de lo que se vende ahora en el otro extremo de la gama, grandes naked y trails. Kawasaki ya ha lanzado su SL250, Yamaha no tardará en tener la suya, KTM ya tiene las Duke 200, Triumph pre­paraba también una…

La verdad es que esta CB es una moto de talla europea, grande y estrecha a la vez, muy bien acabada, con detalles de calidad. No es una rápida adaptación a naked de una deportiva carenada como la CBR250F, sino que es una naked muy elaborada; eso sí, compartiendo toda la parte ciclo y motor con la CBR. Pero el resto de los componentes, depósito, tapas laterales, asiento, manillar o el faro son diferentes. Así, la nueva CB250F es una moto con personalidad propia, a pesar de que se aproveche casi el 80 % de los componentes de la CBR250F.

La instrumentación es una pequeña pantalla LCD rectangular muy atractiva y completa, como ya viene siendo habitual, encajada dentro de una mascarilla plástica bicolor que también envuelve al faro Multiconvex de óptica simple.

El chasis es un doble cuna perimetral de ace­ro, la horquilla es sencilla, convencional, atrás se monta un monoamortiguador con bieletas –sobre un basculante de acero–, y en cuanto a frenos, un disco delantero –con pinza conven­cional de dos pistones– y uno trasero completan su equipamiento. Todo igual que en la pequeña CBR. Y no busques diodos led; sólo hay bombi­llas convencionales.

En cuanto al propulsor, según se declara, el monocilíndrico de ciclo 4T –LC, 4V, DOHC, PGM-FI– entrega 29 CV, una cifra más que res­petable para solamente 250 cc, prácticamente los mismos de la CBR. Con ello podemos espe­rar prestaciones más que brillantes, sobre todo porque pesa tres kilos menos respecto a la CBR –el carenado.

Brooom, brooom…

Una vez sobre ella se ve una moto pequeña y estrecha, confortable. No monta semimanillares sino un manillar de tubo que induce a una posición más cómoda que en la CBR, algo más erguida, pero el torso sigue estando ligeramente inclinado hacia delante. No es una turística. El asiento, también nuevo, es correcto, de corte deportivo pero algo más mullido. Su altura la hace accesible a todos los públicos y todas las tallas. Es una moto pensada como entry level a la marca y, por tanto, debe evitar radicalismos.

Botoncito y en marcha. El carácter del motor monocilíndrico es alegre, inesperado para un monocilíndrico, responde con alegría y sube rápidamente de vueltas entre las 6.000 y las 8.000 vueltas, pero tiene mucho par por debajo de estas cifras –siempre pensando que es un 250 cc.

En marcha es un juguete, muy ligera y fácil de llevar. Ningún problema. Se aguanta bien, no flanea y la frenada es potente y dosificable. La pinza delantera es sencilla pero efectiva: no se necesita más.

Aerodinámicamente, al no disponer de ningu­na protección, el torso va al aire, pero como la velocidad punta no es elevada, no hay problema en este punto.

Las suspensiones trabajan correctamente: ab­sorben suficiente y evitan bamboleos en curvas rápidas. Para probarla nos fuimos a una carrete­ra de montaña con el asfalto bastante irregular y sorprendió por el compromiso alcanzado entre confort y estabilidad.

La verdad es que esta pequeña CB250F es una moto muy atractiva, agradable, fácil de lle­var, que no le hace ascos ni a la ciudad ni a las curvitas, uno de sus terrenos favoritos. Una buena opción para los jóvenes que deseen co­menzar en la moto. Todo un bombón.

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