Harley Davidson XL 1200 V Seventy-Two: ‘Give me the seventies’

“Give me, please, give me the seventies”. Esto era, y sólo una frase más, lo que decía la letra de una canción que Carlos Jean lanzó hace diez años. Eso sí, sacudió las pistas de baile de todo el país a ritmo de funky, ritmo muy setentero. Sencilla pero directa y con ritmo, mucho ritmo. Carlos quería años setenta. Y suponemos que no son pocos los que anhelan, como cantaba él, aquella época. Pues Harley-Davidson parece haberles escuchado y ha lanzado la moto más apropiada: la Seventy-Two, una Sportster que no es sencilla, como el tema de Carlos Jean, sino que ha sido elaborada a conciencia, pero sí es directa y tiene ritmo. Mucho ritmo. En son de paz con pinturas de guerra

La Seventy-Two es una de las Sportster más agradables del catálogo de la marca. No nos referimos únicamente a agradable a la vista, que también. La posición de conducción que ofrece es de las más molonas, si se nos permite el término, de entre las custom de su categoría. Las formas del manillar, similares a las de dos grifos, nos hace llevar las manos colgadas de él y un poco abiertas. No en vano este tipo de manillar se conoce en Estados Unidos como apehanger, es decir, ‘cuelgamonos’. Y es que este manubrio no pasa desapercibido, forma parte del encanto de la moto. Los pies los llevamos adelantados, aunque tampoco en exceso, de manera que las articulaciones de las rodillas no sufren por mucho rato que nos pasemosencima de la moto. Agradable al tacto, por tanto. Pero es que también es muy agradable a la vista, como apuntábamos más arriba. Y más aún la unidad de pruebas de la que dispusimos, la que aparece en las fotos: la Hard Candy Big Red Flake. Si su nombre es tan largo es porque el proceso de elaboración de su pintura no lo es menos. Esta pintura es Metal Flake, un elemento de diseño muy peculiar en los años setenta, y se trata de un acabado resultante tras aplicar una capa base en negro, para aplicar después un sistema de poliuretano con escamas hexagonales de más de siete veces el diámetro de las escamas de las pinturas metalizadas convencionales. Una vez esto, se recubre cada escama con una fina película de aluminio que después se tiñe de rojo. Para rematar, cuatro aplicaciones de barniz y el pulido a mano dan como resultado el llamativo acabado de las escamas, que no acaba de destacar tanto en fotos como al natural. Todo muy vintage, todo muy Seventy-Two. Vestida de chopper

Junto al manillar sobredimensionado, la Seventy-Two presenta otros detalles propios que destacaron en las custom de hace cuarenta años. Para empezar, las llantas de radios cromados, con la delantera de 21 pulgadas para centrar buena parte de la atención de la moto. El fileteado en blanco de los perfiles de los neumáticos, como la pintura de las fibras, también es muy vintage.Y si la llanta delantera llama tanto la atención, no es porque el resto de la moto no lo haga, pero como buena chopper que es, la escasez de fibras es lo que mejor la define. Vemos de entrada los guardabarros, recortados al máximo para pasar desapercibidos; luego nos fijamos en el depósito de combustible, de marcados ángulos y tan sólo 7,9 litros de capacidad, que parece estar diciendo: “Mirad debajo, mirad qué motor llevo”. El asiento también es más reducido de lo normal, muy próximo al asfalto, otra característica de las chopper. Es tan pequeño que entre éste y el depósito hay un pequeño espacio cubierto con más fibras en el color de la moto. Podría parecer que falta algo, que se podría haber hecho un asiento más alargado hasta el tanque de gasolina, pero es que aquellas motos, esta moto, eran así. Y así ha decidido Harley, con todo el acierto del mundo, que debía ser la Seventy-Two. “Buen rollo”

“Qué buen rollo”. Esto fue lo que me dijo Sergi Mejías nada más bajarse de esta moto el día de la presentación. Qué exagerado, pensé yo; tampoco será para tanto... En una presentación, entre una cosa y otra, quizá no te dé tiempo a extraer todas las conclusiones que quisieras, pero cuando llevas una semana moviéndote con una moto, como a la hora de escribir esta prueba, entonces sí. Y Sergi no estaba nada equivocado cuando me dijo lo que me dijo.

La Seventy-Two la recogí un jueves, deseando que llegase el fin de semana para pirarme con ella (esta moto me ha hecho un poco más rebelde, he de reconocerlo) por ahí, a donde fuera. Y me fui, cómo no. Solo, eso sí, puesto que es monoplaza. En el primer tramo de autopista por el que transité noté que la posición de conducción puede llegar a pasar factura si sobrepasas los 120 km/h, porque con el manillar elevado y el asiento bajo todo el viento frontal va a parar al tronco, provocando una especie de efecto paracaídas. Cuando bajé a cien, dicho efecto desapareció. Y es que una moto como ésta no está diseñada/orientada a circular a mayor velocidad, sino a disfrutar del trayecto sin prisas. En carretera todo cambia. Y para (mucho) mejor. El dinamismo es uno de sus puntos fuertes, porque el peso del conjunto moto-conductor queda muy bajo y los cambios de un lado a otro son muy rápidos y cómodos, sin ningún tipo de esfuerzo para meter la moto dentro del viraje. Y la llanta delantera de 21 pulgadas la hace firme y aplomada en las curvas, como también en autopista. La horquilla de largo recorrido se notó un poco blanda cuando se apuran las frenadas, pero, opinión personal, en una custom prefiero unas suspensiones más bien blandas que no duras. Y en este sentido, la horquilla es algo más blanda que el par de amortiguadores traseros. Lo único reprochable es que con el paso de los kilómetros el trasero puede llegar a resentirse, eso depende de cada uno, y que el depósito tan pequeño sólo ofrece 132 kilómetros de autonomía… Pero bueno, quizá incluso mejor: si nos molesta el trasero, los repostajes de combustible serán una buena excusa para darle descanso. Y para que los clientes de la gasolinera se hagan una foto con ella, tal y como nos pasó a nosotros el día de su presentación en Málaga. Moderada

Las Sportster, que desde hace ya unos años se convirtieron en una marca propia dentro de  Harley-Davidson, igual que Vespa en Piaggio, por ejemplo, son las entry-level de La Company. Las 1200 son un poco más sofisticadas que las 883, pero tan fáciles de llevar y manejar como las más pequeñas de la familia. La Seventy-Two se comercializa a un precio de salida de 11.750 euros en la versión base, en negro mate, mientras que la Hard Candy Big Red Flake, la de estas páginas, está a la venta por 12.100 euros. Un precio, en resumidas cuentas, bastante moderado si tenemos en cuenta la marca de la que estamos hablando y el tipo de moto al que nos estamos refiriendo. La Harley-Davidson XL 1200 V Seventy-Two nos trae los años setenta para que nostálgicos y no tan nostálgicos disfruten de ellos. Y para que lo hagan disfrutando con ella.

Cómo va en...

Ciudad

El peso, el radio de giro y la llanta delantera de 21 pulgadas hacen que no sea tan sencillo manejarla en parado, aunque una vez en marcha la cosa cambia por completo. Y además su asiento es muy bajo y no hay problema de tallas.

Carretera

Aquí es donde más se disfruta. De entrada, por la posición de conducción, con los brazos elevados transmitiendo una placentera sensación de libertad. El motor no destaca por ser un portento de prestaciones -a una custom no le hace falta-, pero sí, y mucho, por su carácter.

Autopista

Depende del trayecto. Porque el asiento es de reducidas dimensiones y le pasa factura a nuestro trasero, y porque con un depósito de combustible de menos de ocho litros la autonomía es limitada (algo que le vendrá muy bien, precisamente, a nuestro trasero).

Solo +

Carácter del motor

Posición de conducción

Diseño y pintura

Estabilidad (llanta de 21”)

Dinamismo en carretera

Entry-level de Harley

Solo -

Autonomía

Dimensiones del asiento

Monoplaza

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