El Picacho escondido, un ruta sin igual

El Picacho escondido, un ruta sin igual

Estamos a punto de comenzar nuestra ruta del el Picacho Escondido, y como de costumbre, dedicamos los días anteriores a poner a punto las motos, equipajes variados para frío y calor, y sobre todo a preparar toda la logística del viaje. En este caso, Raquel y yo iremos en nuestra Ducati Multistrada 1200 S y JB en su BMW F 800 GS. Seguramente habrás leído sobre gente que hace 500-600 km diarios. No es nuestro estilo.

Cuando preparamos la ruta, no solemos pensar en etapas más allá de 250 a 300 km. Esto nos deja tiempo para ver las ciudades a las que llegamos o improvisar alguna nueva visita por el camino. Salimos el viernes a media tarde desde Madrid, rumbo a Zaragoza. Es casi siempre parada obligatoria de camino a la frontera francesa. Con otra parada en Girona estamos ya en ruta rumbo a Avignon, ciudad histórica donde las haya y que os recomiendo visitar.

Y no solo por lo espectacular de la ciudad, el palacio de los Papas y sus puentes, sino porque justo al lado se encuentra uno de los puertos más impresionantes que puedes disfrutar: El MontVentoux (1.911 m). Una gran montaña que vas viendo aparecer desde kiló- metros de distancia y que va perdiendo la vegetación a medida que asciendes, hasta convertirse en un paisaje lunar.

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Otra recomendación, subid a última hora de la tarde si queréis disfrutar del puerto. Por las mañanas está muy concurrido tanto de tráfico como de ciclistas. Además, la bajada con la puesta de sol es digna de recordar. Continuamos hacia el norte remontando el Ródano por carreteras secundarias.

Próxima parada, visitar Lyon. Empiezan a aparecer las nubes en el horizonte y nos salvamos de una buena tormenta, justo al llegar al hotel. Nuestra ruta continúa dirección Chamonix, que será nuestro campo base durante un par de noches. Esta vez fue imposible esquivar el agua. Aun equipados para ello, no había forma de soportar la tremenda tromba, que nos hizo circular a menos de 60 km/h por la autopista hasta un área de servicio

Por fin en Chamonix aparece tímidamente el sol y se empieza a ver el gran glaciar del Montblanc. Recogemos de un buzón nuestra llave del apartamento y nos damos un paseo por este emblemático pueblo alpino. Al caer la tarde, las calles se vuelven peatonales y se llenan de gente. El día siguiente lo dedicamos a recorrer la zona y subir a la Aguja del Mediodía, un impresionante mirador a 3.842 metros de altura, al que se accede a través de dos teleféricos.

Las vistas del Montblanc hacen que merezca la pena. Y para los que aún no se creen el cambio climático, basta con acercarse a los glaciares de la Mer de Glace y ver los carteles de donde estaba la nieve en los noventa, para ver que el glaciar ha perdido entre 20 y 30 metros de altura… a ver cuánto dura.

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Tras el día de descanso, retomamos la moto. Hoy toca entrar en Suiza por el puerto de la Forclaz (1.527 m) rumbo a Zermatt, hogar de lo que hemos venido llamando El picacho escondido, esto es, el Cervino, primer gran objetivo del viaje.

Eso sí, recordad que en Suiza hay que pagar la famosa “viñeta” si se quiere circular por la autopista, así que, para evitarlo, salimos a primera hora y hacemos todo el camino, atravesando Sion, por carreteras secundarias. A media mañana, y con un día bastante despejado, llegamos a Tasch, último punto al que se puede acceder en moto.

Desde ahí, para subir a Zermatt, es necesario utilizar el tren o cualquier otro transporte público, porque el acceso es limitado. Existen gran cantidad de particulares que ofrecen sus propios vehículos para hacer los 6 km hasta Zermatt. Elegimos esta opción, y subimos en una furgoneta.

El precio ronda los 15 euros por persona por los dos trayectos, y en nuestro caso, también incluyó dejar las motos en el garaje de su propia casa, para que estuvieran vigiladas. Y ahí, cruzando el pueblo, al fondo se empieza a ver el gran Cervino o Matterhorn, la más famosa de las montañas de los Alpes.

Una enorme mole piramidal de roca, con aspecto inexpugnable, de 4.478 m, completamente sola recortándose en el horizonte. Con esas vistas, nada mejor que un buen bocadillo de jamón español para completar la visita. Después de hacer las fotos de rigor, desandamos el camino retornando a Chamonix y preparándonos para las que serían las primeras etapas de grandes puertos.

Cambio de rumbo, dirección sur, hacia Briançon. Etapa muy recomendable para todo motero. Saliendo dirección Albertville, la carretera se vuelve ratonera, con muchas curvas, y más por los desvíos por obras, hasta el inicio de uno de los grandes, el Col de la Madeleine (2.000 m).

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Es un puerto bastante rápido, aunque hay que ir con mucha precaución debido al tráfico, la cantidad de ciclistas y lo estrecho de la carretera. Al terminar la bajada, tenía preparada una sorpresa para mis compañeros de ruta, el Col de Montvernier (787 m).

Un pequeño puerto de apenas 4 km, en el que se enlazan consecutivamente 18 curvas de herradura en una carretera de una sola dirección. Merece la pena desviarse de la ruta solo por conocer esta carretera. Desde aquí, rumbo a otro grande de los Alpes, el Col du Galibier (2.642 m), en este caso, ascendiendo por la vertiente del Telegraph (1.565 m) y bajando por el Col de Lautaret (2.057 m) dirección a Briançon.

Al día siguiente, mantenemos rumbo sur. Hoy tocan varios puertos, el primero, nada más salir de la ciudad, el Col de Izoard (2.306 m), prácticamente sin tráfico, lo que nos hizo disfrutar de los tramos rápidos de curvas enlazadas. En su bajada, parada rápida en el Col de la Platriere (2.220 m) y su mirador, para luego ascender el Col de Vars (2.109 m) hasta llegar a la base de uno de los puertos más altos de Europa, el Col de la Bonette (2.802 m).

Más de 26 km de subida continua, con buen firme y paisajes que hacen que hagas un alto y pares a disfrutar de ellos. En lo alto, y para nuestra sorpresa, rodeados de motos de gran cilindrada, nos encontramos con dos españoles en sus pequeñas Vespa que venían haciendo el recorrido en sentido contrario a nosotros. Impresionante su hazaña porque la bajada desde la Bonette hasta Niza son 95 km, y llega hasta el nivel del mar. Ya se nos hizo larga a nosotros, después de los kilómetros que llevábamos… no quiero ni pensar en esa subida a ritmo de Vespa… lo dicho, me quito el sombrero.

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A última hora de la tarde, y tras un buen atasco, llegamos a Cannes, donde dedicaremos los próximos dos días a recorrer la zona. Y claro, imprescindible, estando tan cerca, visitar el pequeño principado de Mónaco. Hay bastantes cosas que ver, el puerto deportivo, el Casino; el circuito de F1, que se encuentra con los pianos pintados todo el año; atravesar el famoso túnel… y si te gustan los coches deportivos, seguro que no te arrepentirás.

Con un poco de suerte pudimos completar una vuelta al circuito de la F1 a lomos de nuestras motos. Eso sí, cuando llegó la hora de comer, decidimos que nuestro presupuesto no se ajustaba al estándar monegasco, y por las carreteras de la costa, nos dirigimos al centro de Niza, donde pudimos comer con un presupuesto más aceptable, y más adelante a Cannes, para disfrutar de un poquito de playa.

A la mañana siguiente, y con agua en el horizonte, partimos hacia Marsella. Nuestra idea inicial era ir por las secundarias de la costa, pero, al ver el tiempo tan malo, decidimos ir rápidamente por la autopista, lo que nos dio tiempo de sobra para visitar la ciudad por la tarde. Muy recomendable el puerto, con cantidad de actuaciones en directo al caer la tarde.

Eso sí, ojo con las motos… no es un lugar para dejarla en cualquier parte. Seguimos dirección a España. Habíamos leído que uno de los monumentos más visitado de Francia, tras la torre Eiffel, es el pueblo medieval de Carcasonne. Tras una parada en Arlés, para visitar las Arenas de Arles, actual plaza de toros, y el teatro romano, nos ponemos de nuevo en ruta. Llegamos a media tarde, lo que nos permitió visitar la ciudad por la noche.

Es posiblemente uno de los conjuntos arquitectó- nicos medievales mejor conservada que puedas encontrar, patrimonio de la Unesco, aunque también una de las más concurridas. Empezamos a ver a lo lejos los Pirineos. Por carreteras muy pequeñas, pero impresionantes como el Col du Chioula (1.431 m), llegamos a Andorra, subiendo el Port D’Envalira (2.408 m) por Pas de la Casa.

Por la tarde comienza de nuevo el diluvio, así que nos tomamos el día de descanso para reponer fuerzas. En esta parte, se nos une al equipo Loreto, que a partir de este momento compartirá moto con JB.

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Arrancamos la parte del trayecto que discurrirá por los Pirineos, los siguientes días los vamos a pasar subiendo y bajando puertos de la cordillera que nos separa de Francia. Empezamos con el Port del Cantó (1.721 m) para bajar hacia Sort y hacer una subida rápida a la estación de Ski de Port Ainé (1.947 m), y terminamos el día subiendo el puerto de la Bonaigua (2.072 m) y haciendo noche en Vielha.

Sin duda, el día siguiente es la etapa reina de todo el viaje. Amanecemos con muy buen tiempo, así que nos apresuramos para disfrutar de muchas horas de buenos paisajes. Para comenzar, nada más salir, el Col del Portillon (1.293 m), por el que volvemos a entrar en Francia. Enlazamos la bajada con la subida al Col del Peyresourde (1.563 m), tras él, el Col de Aspin (1.489 m), para dirigirnos al gran objetivo del día, el Col du Tourmalet (2.115 m), donde hacemos nuestra parada para comer.

En la bajada, nos desviamos hacia el Col du Soulor (1.474 m), ya en plena ascensión entre grandes acantilados de roca para afrontar el Col de Aubisque (1.709 m), impresionante por sus acantilados a lo largo del trazado. Aún no hemos terminado, ya cayendo la tarde, y volvemos a entrar en España rumbo a Jaca cruzando el Col del Portalet (1.794 m), junto a Canfranc.

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En ese momento de la la jornada llevamos recorridos siete puertos y algo más de ocho horas de moto, y hemos pasado todo el día subiendo y bajando montañas, trazando curvas. El viaje va llegando a su fin. Desde Jaca nos dirigimos a Riglos, donde disfrutamos de una comida al pie de los Mallos, para terminar haciendo noche en Pamplona y degustar unas cervezas y sus famosos pinchos.

Antes de volver a casa, no nos queremos volver sin visitar Olite y las Bárdenas reales. Y como siempre, todo lo bueno llega a su fin… vuelta a casa, después de 18 días, de más de 4.700 km, cuatro países y un montón de anécdotas para contar.

No quiero olvidarme de agradecer a mis compañeros de ruta, Loreto y JB, los buenos ratos que hemos pasado viajando y sobre todo a Raquel, que no solo me soporta todo el camino sin una queja, sino que además me anima a preparar el siguiente viaje. Y ahora… ¿dónde planeamos el próximo? Se aceptan recomendaciones.

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