Ducati Scrambler Desert Sled: La Scrambler más salvaje

Ducati Scrambler Desert Sled: La Scrambler más salvaje

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Seguro que te habrá pasado alguna vez: vas a ir a ver una película de la que te han hablado muchísimo o has leído innumerables críticas. Y puede que vayas con unas expectativas altísimas. Con la presentación internacional de la Scrambler Desert Sled me pasó algo parecido. Era la primera de carácter internacional a la que asistía, y mis compañeros de redacción ya me avisaron de que alucinaría con lo que se lo curran. Efectivamente: la realidad superó con creces la idea con la que iba.

El entorno en el que se presentó fue de todo menos normal, en sintonía con este modelo de la marca italiana, que es el más endurero de toda la familia. Un clan que lleva en el ADN la belleza y una personalidad muy marcada y que, con esta versión, ha conseguido una pieza única. Y no lo digo porque sienta debilidad por las motos de corte off-road y los terrenos alejados del asfalto –que también–, sino porque han conseguido un producto con el que puedes saciar todos tus antojos de excursiones dentro y fuera del asfalto, con muy pocos límites; todo en ella está adaptado al medio.

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Camaleónica

Esta biplaza es especial. Es una especie con identidad propia, no una Scrambler normal con alguna modificación. Para ello la han calzado con una llanta delantera de mayor diámetro, neumáticos mixtos de verdad (los nuevos Pirelli Scorpion Rally STR), suspensiones de generoso recorrido, y la han equipado con elementos de protección para poner algunos de sus componentes a salvo en los terrenos que más castigan.

El faro delantero está cubierto por una rejilla homologada que lo protege del impacto de las piedras, del mismo modo que el salvacárter escolta el motor. En cuanto al esqueleto, han fortalecido el bastidor multitubular y han reforzado también las citadas suspensiones, que además son ajustables para adaptarlas al medio.

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En cuanto a la delantera, equipa una gruesa horquilla invertida de 46/200 mm y regulable en tres vías, mientras que detrás monta un amortiguador Kayaba ajustable en precarga y extensión, también con 200 mm de recorrido en rueda.

El paraíso en casa

Y, volviendo a la ubicación del evento, tengo que reconocer que no podía ser más acertada. El desierto de Tabernas, en Almería, es una de las maravillas que tenemos en casa y una visita obligatoria si te va la marcha.

Los guías de Ducati nos llevaron allí para probarla: de repente estaba inmersa en un western de los de Clint Eastwood. Incontables unidades de la Desert Sled nos esperaban al solete almeriense, listas para que una banda de locos las metiesen en los terrenos abruptos y sorprendentes que nos tenían preparados.

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Perdidos en medio de la nada, rodeados de mil y un caminos de tierra de diferentes características, tuvimos que sobrevivir a tramos de barro, de piedras, otros de arena donde se hicieron surcos bestias...

Al principio iba salvando los muebles pasando despacito y con muchísimo cuidado, pero la cosa no mejoró hasta que copié el estilo de algún crack que había por allí.

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Todo el rato de pie, con el culo atrás para cargar todo el peso en el tren posterior y descargar la rueda delantera, además de mucho más gas para completar los tramos sin comer más polvo de la cuenta. Cuando le pillas el aire, te diviertes lo que no está escrito… pero hasta entonces resulta extraño.

Si estás muy habituado a las motos de cross o enduro puro, y eres habitual de la tierra, estarás acostumbrado a ir sentado delante, casi en el depósito, y con la Desert Sled no podrás hacerlo. Es bastante más alta que las estándar, algo más larga, y el manillar queda bastante alejado como para echarte hacia delante recogiendo los brazos al no poder doblar los codos si no eres muy alto.

Lo han modificado específicamente para esta Desert Sled y se asemeja mucho más al de las motos de campo, pero te coloca en una posición muy distinta que, si no la tienes muy por la mano, te llevará por donde quiera, pero que, al salir a la carretera, se convierte en todo comodidad.

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Ducati de doble cara

Y es que la gracia es que en asfalto se comporta prácticamente igual de bien que el resto de la familia Scram¬bler, pese a su adaptación a la tierra. Al partir del mismo motor, sigues teniendo toda la respuesta que proporciona su bicilíndrico de 75 CV con una curva de par motor casi plana, un motor elástico que entrega la potencia de forma progresiva, perfecto para circular por tramos de curvas con tus paisajes favoritos.

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Si le tuviese que poner una pega, sería el hecho de que cuesta un poco más de esfuerzo a la hora de empezar a meterlo en curva por tener unas geometrías más abiertas, pero poco. No iban a ser todo ventajas… El caso es que, en carretera, va tan bien como imagines, y en tierra su recorrido de suspensiones, la absorción que ofrecen, su altura general y la posibilidad de desconectar el ABS la convierten en un juguete con el que se puede ir ligero y seguro en el campo.

De todos modos, todavía sigo sorprendida por esa doble cara, por su ambigüedad. Y también por el concepto de Ducati “de trote”, de contar con una moto que, aparte de mimarla, observarla con detenimiento y cuidarla, te permite disfrutarla también castigándola. El uso que le darán los futuros compradores es una incógnita considerable, porque no sé hasta qué punto van a ser capaces de maltratar a su precioso juguete, pero la Desert Sled está preparada para ello…

Cuestión de estética

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La Desert Sled hace un justo homenaje a sus orígenes. La inspiración en el off-road californiano de las décadas de los sesenta y setenta es evidente y está muy bien conseguida, un guiño que Ducati consiguió enfatizar con la acertadísima ubicación almeriense.

Estéticamente es preciosa, y los toques camperos la hacen más especial y diferente que el resto. A simple vista te va a parecer bellísima y, a medida que vayas entrando en detalle, los componentes que la hacen diferente acapararán toda tu atención.

La posición de conducción de la que hablábamos al nombrar el manillar es sustancialmente distinta al resto de las Scrambler, ya el que el piloto queda bastante más alto por cota de asiento. Esto favorece a la gente de mediana estatura para los que el resto de la saga resulta algo bajita.

En mi caso, que no soy muy grandota que digamos, toco de puntillas al suelo con los dos pies, algo que en marcha se agradece, pero que a la hora de maniobrar puede complicar la vida un poco en algunos terrenos inestables. Pero así ganas en control y en comodidad y, en caso de que te quede algo alta, tienes la posibilidad de rebajar el asiento 20 mm, así que de los 860 mm de serie puedes pasar a los 840 mm.

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Después de este impacto inicial, los ojos se te irán a todos los detallitos que configuran su ADN. Las llantas siguen siendo de radios, pero para este modelo son doradas, un puntazo estéticamente. Los guardabarros son algunos de los elementos que más han cambiado, sobre todo el delantero, que ha dejado de ser pequeñito y pegado a la rueda, para crecer mucho en tamaño y colocarse mucho más arriba, casi pegado al faro delantero. También han aumentado las dimensiones del de detrás, del que nace el portaplaca, que queda mucho más elevado.

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Eso sí, lo bueno se paga, y para esta Scrambler endurera vas a tener que desembolsar 11.190 euros para la versión en Red Dusk, mientras que si quieres la que protagoniza esta prueba, en la decoración denominada White Mirage, el precio se incrementa en 200 euros. Está claro que es todo un capricho, pero plenamente utilizable a diario, como sus hermanas, y en este caso con muy pocos límites, los que pongas tú.

Precio: desde 11.190 euros.

Estética

Adaptación al medio

Respuesta del motor

Versatilidad

Aspecto general y detalles

Neumáticos justos en off-road severo

Manillar algo alejado

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