Desafío África 2018 por Kenia y Tanzania (2ª parte)

Desafío África 2018 por Kenia y Tanzania (2ª parte)

Tras realizar la primera parte de nuestro recorrido, seguimos con nuestro Desafío África 2018 por Kenia y Tanzania (2ª parte), cuyo fin es recaudar fondos para construir pozos de agua que ayuden a hacer que la vida de muchísimas mujeres de África sea un poco mejor.

Safari en moto... Es una de las cosas que casi nadie hace, o casi nadie ha podido hacer. Bien porque lo parques nacionales no lo permiten, bien por no llegar al lugar adecuado.

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En Enkerende lo tienen todo controlado, y así lo viví. Salir temprano con la moto, después de un desayuno al lado del río, es increíble. Comienzas viendo jirafas al fondo, te acercas, despacio para no asustarlas mientras alguien apunta con su cámara para inmortalizar el momento. Ahora unos antílopes, más allá hay cebras que miran a distancia, curiosas por saber desde dónde llega ese ruido y qué es ese “bicho” que se mueve tan rápido y de nuevo… ¡Clic! Otra imagen para la posteridad.

Más cebras, los omnipresentes ñus, que te miran con descaro; aves de todo tipo, unos zorrillos bajo un árbol, a la sombra, y una buena semi escondida entre las cortas hierbas amarillas de la sabana.

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Es impresionante la sensación de libertad que se siente sobre la moto en esos momentos, dirigiendo el manillar sin cuidado aquí o allá para acercarte y rodar, siempre con respeto, cerca de alguno de esos herbívoros. Porque claro, el safari para ver leones o elefantes se hace en coche, que no queremos tener un accidente o ser devorados por el rey de los animales.

La lluvia hacia Tanzania

Y después de disfrutar varios días en Enkerende, salimos de nuevo hacia nuevas aventuras. Tanzania nos espera y cruzaremos por una de sus fronteras, la que divide el río Mara.

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La lluvia hace ademán de aparecer, pero tenemos la suerte que no descarga hasta la tarde, lo que nos da la oportunidad de nuevo de pasear por la reserva, tragando zonas de piedra y barro seco, hasta llegar al siguiente país. Y justo, unos kilómetros antes del cambio de país, nos cae la del pulpo.

Empapada, con pocas ganas de pelear contra los funcionarios de aduanas, llegamos hasta la puerta del tercer país de este Desafío África 2018.

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En esta frontera (Isibania) tenemos que pagar el visado, 75 dólares, y pese a que tenemos el carnet de pasaje, me hacen pagar una tasa de otros 10 dólares por moto. Una fotocopia del pasaporte y la espera de una hora para hacer cola en el banco que tiene la aduana en su parte trasera y pagar la tasa.

Lo mejor de todo es que llevar el papel de aquí a allí lo hace una señora. A esta “pájara” ya le veo las intenciones, quedarse con mis 10 dólares de la vuelta. Así es. Cuando me trae el papel del banco y le pido el dinero, me dice que ese dinero es por su gestión. Menudo morro. Ya estoy harta de buscavidas. Muy educadamente le explico que ni en mi país no se ganan 10 $ por hacer una fotocopia y trabajar menos de quince minutos, que ya estoy cansada y que por muy blanca que yo sea, no crece el dinero en una maceta en mi ventana…

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La mujer, ante mi indignación, me devuelve el billete de diez que ya había plegado y guardado en su bolsillo. Me voy dejándola estupefacta a ella y a otros tres más que seguían la discusión desde el otro lado del cristal.

El lago Victoria

El paisaje hasta Mwanza en el lago Victoria es impresionante. Tanzania está lleno de enormes rocas que hacen equilibrios unas encima de otras, y en esta ciudad del lago, la segunda más importante, esas rocas se toman como el símbolo de la ciudad.

Las carreteras en Tanzania son mejores que las de Kenia, se nota que es un país que, gracias a la gestión de sus parques naturales, atrae desde hace más tiempo el turismo. El lago es impresionante. Está lleno de barcos de pescadores y el gran mercado donde llevan su mercancía es digno de visitar.

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Aun así, el tiempo no nos acompaña mucho en este país y limita las excursiones en moto a otros lugares próximos a esta ciudad. Los precios de los hoteles suben aún más que en Kenia (¿quién dijo que África es barato?) y no nos demoramos mucho en salir de la ciudad.

Vamos dejando atrás el lago, por el que intentamos bajar en un barco, pero que no conseguimos, ya que no nos dicen los días en los que zarpa ni si podemos llevar las motos en él, por lo que continuamos por las perfectas carreteras asfaltadas hacia Malaui. El camino hacia el sur es muy bello. De nuevo desestimamos llegar hasta una de las principales ciudades Dar el Salam, ya que no vamos a visitar Zanzíbar.

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La temporada de lluvias nos impediría disfrutar de las playas y los caminos. Nos dirigimos, eso sí, a la capital, Dodoma. Que resulta ser pequeñita y coquetona, con casas de estilo alemán de dos plantas. Una ciudad tranquila para ser la capital, aunque entiendo que esta frenética actividad la ha absorbido la ciudad de la costa, cerca del turismo de la isla. Para mí es mejor, prefiero las ciudades tranquilas.

Llegamos a uno cualquiera de los hoteles que se anuncian, limpios y siempre con el desayuno incluido por algo más de 25 dólares una habitación doble. No me parece barato. Estamos el tiempo justo para que las botas y el equipamiento se sequen, ya que hay que continuar al sur, antes de que las nubes de agua lo cubran todo, de la mañana a la noche.

Los bosques de baobabs

Nos separan 700 km escasos desde aquí hasta la frontera con Malawi, así que planificamos una sola parada en el interior. El paisaje del norte, repleto de enormes piedras, va cambiando y da paso a las mimosas, el bush (arbusto típico de África) y los fantásticos baobabs.

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Estos árboles llaman por completo mi atención hasta el punto de rodearlos con la moto. Sí, con la moto. Son tan inmensos que pueden rodearlo dos motos a la vez sin encontrarse. De ellos sacan fibras para hacer cuerdas y tejidos y son sagrados en muchas culturas del centro. Además, hay varias clases de ellos.

Las lluvias cada vez son más persistentes y nos vamos encontrando con riadas, carreteras cortadas por el fango y las ramas y un montón de campos de arroz. Me encanta ver cómo trabajan los bueyes, tirando del arado. O cómo las familias enteras recogen el arroz. Por cierto, un arroz delicioso y aromático que se prepara casi como base de todo, junto con el ugali, una masa de maíz que se come como el pan.

La frontera con el paraíso

Los últimos kilómetros de viaje el tiempo nos trata bien. Comienza a llover por la tarde, cuando ya hemos llegado al hostal en cuestión. No podemos usar la tienda como quisiéramos, el agua lo anega todo y la humedad es muy incómoda para dormir. Además, necesitamos lugares con al menos un ventilador para secar la ropa, el casco y los guantes.

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En un día cruzamos la frontera con Malaui, el paraíso. Un país que es un lago al que estoy deseando llegar.

Recuerda que este Desafío África 2018 nace con la necesidad de recaudar fondos para la construcción de pozos de agua en Etiopía en colaboración con la ONG Amigos de Silva. Puedes participar a través de una donación desde 5 euros a través de mi página web. Además, al hacerlo entras en el sorteo de material de acampada, fundas para cascos de diseño, gafas de sol, cuellos técnicos para la moto y alguna de mis novelas. Anímate a participar y evitarás que las niñas de ese país tengan que caminar más de 20 km cada día para llevar agua limpia a casa.

Texto: Alicia Sornosa

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